Hace unos años, si nos hablaban de “ir al mercado” poníamos cara rara. Mercado de alimentación, ojo, no de otras tipologías relacionadas con las antigüedades, la artesanía o los cachivaches –eres todo un freak de la segunda mano, lo sabemos-. También tendremos tiempo más adelante de irnos de mercadillos navideños, tan típicos a partir de estos días. Pero la cuestión es que poco a poco hemos ido descubriendo las bondades de los mercados de abastos –incluso de las lonjas de pescado-, de los de comida –cuanta más exótica y local, mejor-, y, cómo no, de los nuevos mercados gourmet –más “pichis” y además curiosos si se ubican en espacios arquitectónicos relevantes-. En definitiva, todos pasan a ser un atractivo turístico más de cualquier ciudad que se precie y, por eso, aquí os facilitamos la mejor guía posible sin salir de España y sin contar con todos aquellos que son efímeros o itinerantes. ¡Nos vamos al mercado!
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La Boquería (Barcelona)
Empezamos por él, a riesgo de caer en el tópico, porque se lo merece y porque sigue siendo el paradigma de los mercados chulos por antonomasia. Tradición, tradición y más tradición. ¿Mucho turisteo? Claro, está en mitad de Las Ramblas y resulta inevitable no seguir a la turba cegada por el imán de su mítico escudo de bienvenida, y es que el Mercado de San Josep –su nombre real- suele ser un hervidero en el que poder pulsar la vida de una ciudad que difícilmente puede concebirse sin sus visitantes. Porque, a pesar de todo, conserva todo el sabor de su ambiente, incluso intelectual. Aquellos tiempos de Manuel Vázquez Montalbán ahora son los de un puñado de periodistas reunidos en torno al popular bar de todo un ideólogo como Antonio el de la Boque. El Barça, siempre como tema de conversación. Entre sus más de 300 puestos, merece también picar en Pinotxo, otro clásico en el que no perderse sus guisos con garbanzos acompañados de una copa de cava.
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Mercado de San Miguel (Madrid)
Como en tantas otras ocasiones, Madrid llega después. Pero llega y el que fuera considerado como Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento, todo un icono castizo en plena almendra de la capital, levantado por el arquitecto Joaquín Henri y finalizado por Alfonso Dubé y Díez, se convirtió ipso facto tras su reforma en 2009 en el mejor ejemplo de la moda de los mercados guay. La estrategia es clara: puestos variopintos en los que se exhiben productos selectos para ser degustados in situ. Aunque la fórmula en realidad es mixta, también con venta directa de producto. No tendréis fácil evitar a las hordas de japoneses pero sucumbiréis al encanto de un vermut a la hora del aperitivo, algo que sigue funcionando. Sin este mercado no hubieran nacido propuestas como las del ya desaparecido Mercado de Isabela, en el noble Paseo de la Habana y demasiado chic para perpetuarse, ni la del recién inaugurado Mercado de San Ildefonso, la más clara respuesta capitalina a la fiebre del street food y los mercados callejeros. Como buen hipster, si quieres sentirte un rato en el Soho de Londres o en el Williamsburg de Nueva York, pero sin avión de por medio, es tu oportunidad. Ay, Malasaña, cuánto hemos cambiado…
Mercat Central (Valencia)
Una joya modernista y un orgullo para los valencianos. Palabras mayores frente a la Lonja de la Seda, un mercado que es indisoluble de su potentísima arquitectura y es que se la conoce nada menos como “la catedral”. Por sus coloridas vidrieras se filtra a chorros la luz mediterránea que alumbra un festival sensorial en el que reinan los productos de la huerta. Durante estas fechas, el mercado se empapa con los olores del puchero navideño. También tiene cabida la vanguardia, con menús degustación, eventos gastronómicos, y presencias como la del gran chef valenciano Ricard Camarena en uno de sus locales. Es el Central Bar, una barra informal de raciones y bocadillos – ¡pueden despacharse hasta 250 diarios!- para vivir el mercado como está mandado. Valencia se apunta de lleno a la moda de los mercados gourmet también con el Mercado de Colón y con los proyectos del Mercado del Grao y el de la Marina Real.
Mercado de Antón Martín (Madrid)
Este mercado es una fiesta. Todo el que entra en él rápidamente se da cuenta de que aquí hay vida de barrio –del de Las Letras, Lavapiés o Justicia-, de que se practica de verdad la cultura de mercado y de que en él se fomenta como en pocos sitios la multiculturalidad. Bohemio o no, es sin duda un ejemplo de cómo hacer comunidad, real pero también virtual al saber empaquetarla para sus canales online. La convivencia es bandera y, a pesar de su carácter tradicional, ha entendido como pocos mercados la importancia de adaptarse a las nuevas necesidades. Por ello también cuenta con puestos para catar y comer a gusto. Esta fórmula mixta hace que, entre un montón de fruterías, pescaderías, carnicerías y pollerías, haya hueco para la restauración: desayunos y especialidades venezolanas en el Bar Omaira, perritos calientes en el Cositon’s Meals, empanadas en Pecados argentinos, degustaciones británicas –y en inglés- en Best of Britain, bocados peruanos en Más que café… Hasta un puesto de algas, una fanzinería como Sandwich Mixto –para leer mientras se prueba una de sus tartas- y una barra japonesa como Yokaloka, toda una sensación por el sushi económico y su buen rollo. ¡Bravo!
Mercado de Santa Caterina (Barcelona)
Qué sorpresa más agradable es patear el centro, cruzar Via Laietana y toparse con el antiguo mercado de alimentación del barrio de Ciutat Vella, el primero que fue cubierto de la ciudad en lo que antes fuera el convento de Santa Caterina. Algo queda de aquella época aunque ahora se ve con otros ojos desde que en 2005 finalizara la célebre reforma emprendida por los arquitectos Enric Miralles y Benedetta Tagliabue. Sí, es el mercado del tejado de colores. Concretamente, se trata de una inmensa cubierta de bóvedas enmaderadas revestida a su vez por un mosaico cerámico con 325.000 piezas esmaltadas, una suerte de trencadís a lo Gaudí con diseño colorista del artista Toni Comella. El resultado es un oleaje flotante de frutas y hortalizas que más abajo se venden en los cien puestos de toda la vida, al que hay que sumar algún que otro bar de tapeo como el restaurante Cuines, del Grupo Tragaluz. Recomendamos perderse entre las calles del interior y descubrir productos de primera calidad, de los que entran por los ojos, como sus frutas exóticas. Qué cosas tiene Barcelona, porque Barcelona és bona…
Mercado del Ensanche (Bilbao)
Si el Mercado de la Ría o de la Ribera, en pie desde el siglo XIV, sigue siendo la plaza de abastos principal de la villa, el del Ensanche funciona como espacio mixto y multidisciplinar mejor adaptado a la modernidad y las nuevas exigencias desde que se remodelara en 2005. De ahí que en él, además de una docena de puestos en los que tampoco hay demasiadas concesiones a las ofertas, también caben eventos de todo tipo y hasta exposiciones culturales. Su amplio atrio lo permite.
Mercado de San Antón (Madrid)
Al hilo de la gentrificación de los barrios céntricos de las grandes metrópolis, Chueca tiene su propio mercado pijo. El signo de los tiempos. Del popular mercadillo callejero que citara Galdós en Fortunata y Jacinta al insulso edificio proyectado por Carlos de la Torre y Costa a mediados del siglo XX y su posterior degradación junto al resto del comercio vecino a finales del mismo. Hasta que por fin el barrio tuvo un espacio a la altura de las expectativas, con tres plantas distribuidas en un primer nivel dedicado a los puestos de alimentación –zona de mercado tradicional-, un segundo a barras de comida –show cooking y comida para llevar- y un tercero que alberga un restaurante con terraza que es todo un puntazo para las noches de verano. Fórmula híbrida, por tanto, cuya idea se centra en el producto delicatessen, con sus buenas pescadería, charcutería, carnicería y frutería pero donde también se puede probar un hummus de Delítaca, un nigiri de erizo del Sushi Market o una hamburguesa de buey de Hamburguesa Nostra. Haces cola, pides en el puesto y esperas a que te lo preparen. Cupcakes, vinos y aceites, chapatas, bacalao, foie… Lo dicho, los tiempos han cambiado.
Mercado de San Martín (San Sebastián)
No podíamos faltar al homenaje a la gastronomía donostiarra, gourmet en sí misma. De acuerdo a la reciente política de reforma de mercados emprendida por el Ayuntamiento de San Sebastián-Donostia, los dos espacios más representativos de la ciudad siguen siendo La Bretxa y San Martín, pero ambas remodelaciones no estuvieron exentas de polémica. Si bien el primero conserva su bonita fachada neoclásica, construida en piedra en 1870, el mercado en sí mismo se ha visto relegado al sótano bajo tiendas de ropa y franquicias de todo tipo. Por lo menos, muchos puestos de frutas y verduras procedentes de los caseríos salen a la calle para apostarse en uno de los laterales. Con San Martín, se echó abajo el antiguo edificio de hierro y cristal y se levantó otro que no esconde su vocación de centro comercial. Bajo la cúpula central, se empiezan a suceder los puestos en los que resplandecen los tomates mientras las casheras organizan el género. Buenos quesos y bollería artesana, el mejor pescado de la ciudad, sushi y flores frescas pero también platos preparados como guisos para llevar. Ah, puedes combinar pintxos con música en vivo. Esto sí que nos gusta.
Platea (Madrid)
Mientras el renovado Mercado Barceló se asienta sumando a la primera planta de puestos tradicionales una segunda dedicada a la degustación y en la que caben iniciativas refrescantes como el Malasaña Market, hay que fijarse en este gran complejo -6.000 metros cuadrados- que en la calle Goya lleva apenas unos meses abierto con el fin de entregarse al ocio gastronómico. Había que hacer algo con aquellas galerías depauperadas que un día fueran sede del cine Carlos III, frente a la Plaza de Colón. Y el resultado ha sido un gigantesco multiespacio teatral con un escenario para ambientar las veladas culinarias. Es decir, un paso más allá en la sofisticación de los mercados. La clave es la apuesta por nombres de campanillas, desde Diego Cabrera y Luca Anastasio para su coctelería y barra de bebidas, a los de chefs como Ramón Freixa, Paco Roncero, Pepe Solla y Marcos Morán. Cocina peruana, italiana, mexicana, japonesa, pastelería… Y talleres, merchandising y hasta tiendas de menaje. Y un club para fumadores. Y… A veces el hambre es lo de menos.
Lonja del Barranco (Sevilla)
La noticia más esperada en los mentideros sevillanos ya es una realidad aunque haya estado más relacionada con gestos de farándula que con un movimiento foodie propiamente dicho. Y es que detrás de él se encuentran los nombres del ex torero Fran Rivera y el locutor Carlos Herrera, una vez ganado el pulso al futbolista Sergio Ramos y al torero José María Manzanares. Culebrón aparte, el verdadero gancho es el edificio firmado nada menos que por un tal Gustave Eiffel allá por 1861 a orillas del Guadalquivir: las Naves del Barranco. Será por emplazamiento. El contenido en unos interiores de diseño se limita a una veintena de corners para todos los gustos: Peggy Sue´s, Pulpería, Salmoreteca, Croquetería Gourmet… Y cerveza Cruzcampo, que no falte. Interesante es su servicio take away.
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