El sur de Portugal es mucho más que toallas y souvenirs. Si tanto nos gusta es por sus inmensos arenales, sus acantilados verticales, sus rocas emergiendo del agua cristalina y sus hábitats naturales únicos. Las playas del Algarve son salvajes, tranquilas y desiertas, playas de olas que hay que surfear, playas recónditas y playas infinitas. ¡Será por playas! El Algarve invita a tumbarse al sol.
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Puede ser el gran icono marino del Algarve por la potencia de sus instantáneas inmortalizadas desde lo alto de los acantilados o a pie de arena, frente a las moles rocosas bautizadas todas por los pescadores locales. Monumento natural y turístico de Lagos, a la playa se accede por unas sencillas escaleras que descienden desde el faro.
Playa entre las playas, el arenal del pueblo de Carrapateira es inmenso sobre todo en fase de marea baja. Surfistas, familias, niños chapoteando en la laguna efímera… Más allá de sus dunas cabe todo el mundo y tampoco es que haya muchas aglomeraciones. Una gozada por cortesía del Parque Natural del Sudoeste Alentejano y Costa Vicentina.
Playa de leyenda creciente, entre las mejores del mundo según la Guía Michelin y plató natural de unos cuantos rodajes publicitarios. El espacio de arena está limitado a lo que los imponentes acantilados dejan y de ahí que no es sencillo hacerse con un hueco para estirar la toalla, pero las aguas limpias e ideales para el buceo, así como su imagen de postal hacen de ella un lugar imprescindible en el Algarve.
En las antípodas de la anterior playa, la del Parque Natural de Ria Formosa garantiza espacio y tranquilidad a lo largo de sus diez kilómetros de contorno. Hasta este edén convertido en la playa nudista más meridional del país se llega en barco desde Faro y hasta puede reservarse mesa en su único restaurante, el Estaminé.
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Una de las playas urbanas más bonitas del Algarve, la principal de Lagoa está parapetada por paredes verticales y con el pueblecito blanco de pescadores posando en caída hasta la arena. Encantadora.
Hasta esta ensenada apacible, entre Lagos y Vila do Bispo, se llega porque se quiere llegar, con conocimiento de causa. Para amantes del naturismo, un pequeño paraíso de aguas cristalinas y grutas en la orilla. Alejada del mundanal ruido veraniego.
Son ocho kilómetros de arenal recto paralelo al precioso acantilado rojizo que aguanta el desgaste de los vientos. En Albufeira, toda una playa bandera azul con fácil acceso por unas escaleras de madera.
Un clásico playero entre Faro y Tavira, otra bandera azul y otro destino nudista accesible en el tren que atraviesa el parque natural. Un salvaje arenal con un atractivo extra: el cementerio de anclas oxidadas de la vieja flota atunera dispuesto en las dunas.
La preferida de la tropa surfera camino de Sagres y una de las más bonitas también en su condición naturista, la playa lo tiene todo: acantilados, lagunas de quita y pon, olas, cuevas, ruinas defensivas, atardeceres…
Más allá de la más concurrida playa de Dona Ana, a pie por encima del acantilado, pero de aguas igualmente transparentes perfectas para la inmersión con tubo o botella. Una joyita dentro de las playas del Algarve sin salir de los límites de Lagos. Es decir, Algarve puro y duro.
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