Las vacaciones, el buen tiempo, el calor… ¿Calor, quién dijo calor? Afortunadamente, hay diversas formas de evitarse el sofocón veraniego, pero la más divertida es haciendo la maleta y buscando latitudes más fresquitas (y entretenidas). Desde perderse en una selva pirenaica hasta caminar por un escondido valle cántabro o conocer los Alpes suizos con un hito alpinístico como excusa . Playa, montañas, verdes pastos e interminables glaciares donde olvidarse de los insanos golpes de calor a lo largo de todo el frente Cantábrico y, con algo más de presupuesto, un poco más al norte… ¿te vienes?
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Contra el calor, fuera ropa. La playa nudista de Figueiras, en las idílicas islas Cíes (Pontevedra) es un buen lugar para olvidarse de que ahí fuera es verano. Tranquilidad, paisaje, la magia de estas islas maravillosas y, si aún así el sol pica demasiado, las gélidas aguas del Atlántico harán el resto.
Hermoso y con un puntito salvaje, el parque natural de Somiedo, al sur de Asturias, propone un retiro veraniego fabuloso. Rutas de senderismo, fauna protegida –osos y urogallos, especialmente– al abrigo de sus frondosos bosques, muchas aves –es Zona de Especial Protección y Reserva de la Biosfera– y, además, están sus lagos. Como los que salpican el valle de Saliencia o el mágico Lago del Valle, en más grande de la Cordillera Cantábrica, con isla incluida en el medio.
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En el mirador de los Collados del río Asón, hace frío en verano y las vistas son espectaculares. Vistas a la elegante cascada que forma este cauce cántabro muy cerca de su nacimiento. Una ruta senderista remonta desde el aparcamiento hasta una balsa de agua formada por las lluvias que explican el verde que pinta el Concejo de Soba. El agua se filtra pacientemente hasta resurgir con violencia un poco más abajo, formando un espectacular salto alto de agua de 70 metros, desde un cortado de roca. Los locales la llaman Caigalagua. El valle da para mucho más, claro, basta con visitar el centro Interpretación (en La Gándara) de este parque natural.
Perderse en la Selva de Irati, una tranquila ascensión al pico Ori, mil posibilidades con la bici de montañas y pueblos pintorescos como Ochagavía o Ezcaroz. El verano en el valle de Salazar, en Navarra, da para mucho y siempre al fresquito del Pirineo.
Al final del Valle de Hecho, en Huesca, la selva de Oza es el escondite perfecto para huir del calor y de todo durante unos días. Y desde ahí, hacía arriba, aguardan aventuras excelentes, como encaramarse al Castillo d’ Acher, formidable fortaleza pirenaica de 2.834 metros de altura, o poner los pies en remojo después de una caminata al ibón del Acherito.
En tierra de los cátaros, el pequeño valle francés de Ariège ofrece un territorio casi virgen al otro lado de los Pirineos. No solo historia del devenir cristiano en Europa, también prehistoria: las cuevas de Naix y Bedeihlac conservan pinturas rupestres de los primeros pobladores del viejo continente, mientras que en Mas d’Azil podremos adentrarnos en el bosque de los dinosaurios.
Con algo más de presupuesto podemos escapar de indeseables temperaturas en la idílica villa de Zermatt, no solo por su belleza, sino porque su gran icono paisajístico, el Matterhorn, celebra este verano –y por todo lo alto– el 150 aniversario de su primera ascensión, el 14 de julio de 1865, a cargo de un grupo de guías y alpinistas liderado por el británico Edward Whymper, considerado padre del alpinismo moderno. Actividades al aire libre, rutas guiadas, música en la naturaleza y exposiciones aguardan a los pies del gigante alpino.
Más al norte, uno puede relajarse (aunque cueste hacerlo) sobre el plató rocoso del Preikestolen, la Roca del Púlpito, una enorme quilla de roca que se levanta unos 600 metros sobre el fiordo de Lyse, en Noruega. Requiere de una caminata seria desde el Preikestolen Mountain Lodge, al que se accede por carretera desde Jorpeland, pero la panorámica merece la pena.
9. Una vuelta a Islandia
Entre las muchas maravillas geológicas que se pueden contemplar al dar la vuelta a Islandia a través de su Ring Road –volcanes tan activos como impronunciables, géyseres o fuentes geotérmicas–, están sus cascadas. Desde la estruendosa Gullfos, un afilado y profundo tajo en la corteza terrestre (2 kilómetros y pico de longitud y apenas 20 metros de anchura) sobre el que se precipita el río glaciar Hvítá, hasta la estética Skógafoss (en la foto), de unos 25 metros de ancho y 60 de sonora caída.
10. Groenlandia, la isla de hielo
Caminar sobre un glaciar, travesías en kayak entre grandes pedazos de hielo flotante, interesantes museos etnográficos que explican cómo ha sobrevivido la comunidad inuit en el Ártico a lo largo de los siglos, avistamiento de ballenas o visitar una la réplica exacta de una casa vikinga del XI. Todo ello bien abrigados, estamos en Groenlandia, Círculo Polar Ártico, la isla más grande del mundo, por cierto.
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