La mayor ciudad de América es un hervidero de vida donde siempre hay algo que vivir, que ver, que sentir. Estos son los básicos que no pueden faltar en un primer viaje.
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Cuando el avión se dispone a aterrizar en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez de Ciudad de México, lo que el viajero encuentra ante su mirada es la mayor ciudad de América, un auténtico hervidero de más de veinte millones de personas donde todo es posible. Una de las ciudades más apasionantes del mundo, uno de sus escenarios imprescindibles en el pasaporte de cualquier viajero, que se empequeñece ante la intensidad de la vida que desfila, en cualquier momento y en cualquier calle de Ciudad de México, del DF.
No se puede perdonar en ninguna visita a la ciudad, y cuanto menos si es la primera, el rendir homenaje a la Historia mexicana concentrada en la Plaza del Zócalo. Su nombre oficial es el de Plaza de la Constitución, y a ella se asoman los puntos cardinales del carácter de la ciudad: la iglesa -la inmensa catedral Metropolitana, erigida sobre el Templo Mayor, el principal templo azteca prehispánico, y que hoy se hunde lentamente en el subsuelo acuoso de la plaza: en su interior, llama mas si cabe la atención del viajero los restos aztecas que la desatada imaginería católica. En el lado oriental de la plaza se encuentra el Palacio Nacional, que antes lo fue de Moctezuma, y en cuyas escalinatas de entrada se hallan los famosos murales de Diego Rivera en los que se recoge toda la historia de México: siempre hay grupos escolares atendiendo a sus profesores las explicaciones de este inmenso y asombroso cómic gigante. A pocas manzanas de distancia está el México más tópico, el de cantinas pensadas para los turistas y grandes combos de mariachis tocando con trompetones Cielito Lindo: es la plaza Garibaldi. La otra gran plaza de la ciudad está a algo más de distancia: es la plaza de la República, donde el monumento a la Revolución es uno de los mayores motivos de orgullo de los chilangos -que es el nombre coloquial de los habitantes del Distrito Federal.
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Ciudad de México es infinita, y como tal hay lugar en ella para un bosque: el bosque de Chapultepec, de casi setecientas hectáreas, lo que le convierte en uno de los parques urbanos más grandes del mundo. El bosque, antiguo espacio ritual y secular de los tlatoani aztecas, se encuentra muy cerca del Paseo de la Reforma, una de las avenidas principales de la ciudad, en la que se encuentran el Monumento a la Independencia, la Diana Cazadora y El Caballito. El bosque, dividido en tres secciones, constituye una de las mayores atracciones, tanto para turistas, como para los propios habitantes de la Ciudad de México. Ahí se encuentran el Castillo de Chapultepec, que alberga el Museo Nacional de Historia, además de un excelente y popular mirador desde el que se tiene una panorámica espectacular del poniente de la ciudad, el Museo de Arte Moderno, y el imponente Museo de Antropología e Historia. El Zoológico de Chapultepec y el Jardín botánico son otros de los lugares de interés del bosque, pero lo que no se olvida es el Ritual de los Voladores de Papantla, que se realiza diariamente frente a la entrada principal del Museo Nacional de Antropología,y en el que cuatro hombres vestidos con coloridos trajes típicos se “lanzan al vuelo” desde un tronco de 20 metros de altura al cual están atados con cuerdas. Uno más permanece en la cima tocando una dulce melodía con un tambor y una flauta. Con todo, probablemente el lugar más popular del bosque entre los capitalinos sea la Casa de los Espejos, un pequeño edificio cuyos espejos distorsionan los reflejos de quienes se miran en él.
Las colonias -barrios- Condesa, Roma, Coyoacán y San Ángel, son polos turísticos donde se encuentran acogedores cafés, plazas históricas, las mejores librerías de la ciudad, mercados típicos e interesantes museos, además de los restaurantes y clubes de moda en la ciudad. Y en los alrededores de la ciudad, es imprescindible sentir la fuerza del carácter azteca de México en Xochimilco, en el extremo sureste de la ciudad, y alquilar una trajinera, o embarcación de madera, para surcar los canales y jardines que, en la época prehispánica, daban forma al Tenochtitlan, capital del Imperio azteca, que precedió a este universo en sí mismo que es Ciudad de México. ¡Disfrútala!
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