La capital más “exótica” de Europa lo tiene todo. Y en 2014, casi recuperada totalmente de la crisis que le asoló -tú no lo vas a notar-, más aún. Ve antes de que vayamos todos.
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Pocos lugares en el mundo como Reykjavík pueden presumir con razón de ser “la ciudad que nunca duerme”… al menos en verano, cuando la luz del sol baña la ciudad durante casi las veinticuatro horas del día. Eso quiere decir que se puede -y debe- disfrutar a tope de todo: desde propuestas muy activas y relacionadas con la naturaleza como el contemplar el tránsito de las ballenas -todo un rito en Islandia-, pescar, o realizar rutas a pie o incluso a caballo por los alrededores de la ciudad, hasta, desde luego, sacar todo el jugo a la Reykjavík más hedonista y nocturna (si tal cosa es posible, como decimos, en estos veranos islandeses donde la noche es más concepto que realidad). La crisis que la sacudió se está convirtiendo en un mal recuerdo a golpe de apertura de clubes, galerías y restaurantes, así que la jammith -su vida nocturna- vuelve por sus fueros, sobre todo en la plaza Aursturstraeti, e incluso fuera de la ciudad. ¡Vamos allá!
Comenzar por el principio es hacerlo disfrutando del espectáculo del sol de medianoche en el mejor lugar posible, que no es otro que la escultura Solfar Sun Ship, en el paseo marítimo, una inmensa obra de acero del artista local Jon Gunnar Arnason que recuerda a un barco vikingo. Esa fiesta puedes rematarla en el Kaffibarin (Bergstaðarstræti, 1). El alcohol es caro, pero el ambientazo del bar más trendy del país compensa el desembolso. Desde luego, no puedes perderte el pasear por el puerto, el centro neurálgico de la ciudad, que está experimentando un auténtico boom a la sombra del Harpa, la espectacular y premiada sala de conciertos que se ha convertido en el icono más reconocible de la ciudad. En el puerto, que fue construido a comienzos del siglo XX, además de poder disfrutar de las mejores vistas de la bahía en la que se asienta la ciudad, están algunos de sus mayores puntos de interés, como el Museo Marítimo Vikingo, pero sobre todo es su barrio más vibrante: restaurantes, cafés y bares le dotan de todo el carácter.
Y el verano es verano en todos los sitios: es decir, da igual el lugar que, en algún momento, se podrá ir a la playa. En Reykjavík los chapuzones se dan en las aguas -calientes- de la muy popular playa de Nauthólsvík, visitada cada año por más de medio millón de personas. La playa, aunque no te lo parezca al primer golpe de vista, es artificial: en 2001 el estado islandés arrancó el proyecto de construir en la bahía de Nauthólsvík una playa geotermal, una laguna separada del mar abierto por grandes muros donde las aguas frías del oceáno se mezclaran con las geotermales, incrementando así la temperatura: en verano, la media está entre los 15°y los 19°C, y si te atreves a bañarte en mar abierto -como hacen los islandeses-, tienes que saber que el agua no supera los 12ºC… ¡Para valientes!
Y ya que estás aquí, no dejes de conocer, aunque sea de un modo rápido, la increíble belleza natural del país: una opción de lo más recomendable es realizar la ruta de trekking por excelencia de Islandia, la de Landmannalaugar, una ruta al sur de la isla que transcurre entre maravillosos paisajes y que aúna todos los contrates de Islandia: volcanes, glaciares, fumarolas, campos de lava, montañas o cascadas; y, si eres fan de la serie de televisión “Juego de Tronos” -¿quién no?-, tienes que conocer la escarpada zona de Dimmuborgir, escenario de rodaje de las primeras temporadas, y el Parque Nacional de Thingvellir, en el sur de la isla, donde se han rodado numerosas secuencias de la cuarta temporada.
¡Buen viaje!
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