Siempre que se habla del miedo a los aviones se relaciona con el hecho de ser pasajero de un vuelo. Parece lógico, ¿no? Pero la seguridad aeronáutica, o el temor ante su inseguridad, puede darse al contrario. Es decir, que el peligro no esté entre el pasaje, dentro del avión, sino en las personas que están fuera de él. Bien lo saben los que conocen la isla caribeña San Martín, en cuya sección neerlandesa (St. Maarten) se instala el Princess Juliana, el aeropuerto más peligroso del mundo. Al menos, como se le ha bautizado popularmente.
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Suena sensacionalista, pero a los hechos nos remitimos. El pasado julio, una mujer murió a causa de las heridas provocadas por el aire propulsado de uno de los aviones que despegan y aterrizan a diario sobrevolando las cabezas de los bañistas de la playa Maho, a escasos 50 metros de la pista del aeropuerto.
Habréis visto esa imagen que parece un efecto óptico. Un inmenso avión rozando las sombrillas de playa mientras los turistas tratan de encuadrarlo en sus cámaras de fotos. Convertido en toda una atracción, y aunque existen carteles que advierten del peligro, el aeropuerto atrae a los curiosos que quieren experimentar la impresión del rebufo de los aviones. En el caso de esta mujer neozelandesa, la curiosidad fue fatal.
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