No sólo es cuestión de que nos hayan conquistado a través del paladar, sino también porque estos 10 platos típicos españoles forman parte de la tradición. ¿Lo mejor de todo? Reinventarlos, hacerlos tuyos, aportarles lo mejor de ti. Quizá (lo más seguro, pues la gastronomía española es de las más ricas del mundo) no estén todos los que son, pero son todos los que están.
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¡Cómo no empezar por ella! Son muchas las teorías sobre quién la inventó. Pero la más reciente, que figura en ‘La patata en España. Historia y Agroecología del Tubérculo Andino’, de Javier López de Linaje, sitúa su origen en Villanueva de la Serena (Extremadura) en el siglo XVIII y atribuye la autoría a Joseph de Tenga Godoy y marqués de Robledo.
La palabra paella procede del latín ‘patella’, diminutivo de pátina. Así se llama a la sartén metálica baja que se usa para cocinar. En Valencia es sinónimo del plato y el recipiente donde se cocina. Por tanto se llama paella, no paellera y el arroz que se cocinaba en ella, se llamó «arroz de paella» de ahí el nombre del plato. Entre los 10 mandamientos de la buena paella valenciana figura: «Sólo cocinarás paella con arroz y agua de Valencia«.
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Sin desmerecer al maravilloso ajoblanco y al delicioso salmorejo, por supuesto. Un buen gazpacho lleva tomates maduros, pepino, pimientos verdes, pan del día anterior remojado en agua, un diente de ajo, aceite de oliva virgen extra, vinagre de vino, sal y agua fría. La costumbre de refrescarse con bebidas majadas (machacadas) se remonta al siglo I. Sin embargo, no fue hasta el siglo XIX cuando aparecen los primeros documentos que incluyan el tomate como ingrediente a esa ‘sopa’.
Viene del verbo escalivar, que en catalán significa ‘asar a las brasas o al rescoldo’. Así, este plato típico se elabora a base de verduras asadas en brasas y servidas con aceite. A la hora de consumir este plato se aconseja servirlo en tostas y acompañarlo de anchoas. En su elaboración no faltan la berenjenas, los pimientos rojos, las cebollas, los tomates, el ajo, la sal y el aceite de oliva virgen extra. En algunas recetas figura también la pimienta negra.
Valga este popular plato como representante de los sabrosos cocidos que aporta la gastronomía española: castellano, maragato, lebaniego, montañés, gallego, escudella catalana i Carn d’ Olla, puchero andaluz, olla podrida y cocido con pelotas murciano. La versión con más seguidores sobre el origen del cocido madrileño es que se trata de una evolución de la Olla Podrida Manchega. Este plato se menciona con frecuencia en la literatura del Siglo de Oro como, por ejemplo, en El Quijote. A finales del siglo XVII se le empezó a llamar cocido madrileño.
Se elabora con pulpo entero, limpio de vísceras, cociéndolo en ollas de cobre (no siempre, pero es lo tradicional) Con una peculiaridad y es que se cocina ‘asustándolo’, es decir, introduciendo el pulpo durante unos segundos en el agua y sacándolo. Y así unas tres veces. Después se deja cocinando en agua hirviendo el tiempo previsto para su peso y el tipo de pulpo. Para servirlo se hace sobre tabla de madera, se rocía con aceite de oliva virge extra, se espolvorea pimentón dulce, aunque también en algunos casos se mezcla con pimentón picante y sal gorda. A la hora de acompañarlo son típicos los cachelos y a veces también se acompaña de ajo.
Es típica de Castilla y León, aunque con variantes por casi toda la geografía peninsular en las que se añaden otros ingredientes o aderezos (en unos vino blanco, en otros tinto, por ejemplo). Se elabora con agua o caldo, pan duro de días anteriores, ajo, pimentón, huevo escalfado, laurel y aceite de oliva virgen extra. Se sirve en cazuelas de barro y muy caliente. En algunos lugares de España es uno de los platos típicos de la cuaresma, pues no incluye carne.
Maravillosos también el bacalao al pil-pil, al ajoarriero, en salsa verde o a la riojana, que podrían figurar con todas las letras en esta lista. La variante «a la vizcaína» se elabora con bacalao remojado (si no se ha comprado desalado hay que dejarlo en remojo un mínimo de 24 horas), aceite de oliva, ajos, sal y una salsa roja que se prepara con pimientos choriceros, cebollas rojas y un poco de pan.
¡Qué cosas tiene la etimología! Calamar proviene del italiano del siglo XV, Calamaro, derivado del latín Calamarium: tintero portátil. De fácil elaboración y curioso aspecto pues básicamente se trata de que los calamares se bañen en su propia tinta. Después se acompañan de diferentes ingredientes para darle sabor, como cebollas, salsa de tomate, vino blanco, pimentón, ajo, aceite de oliva virgen extra y perejil.
No por ser el último es el menos importante. Este plato tradicional de la cocina asturiana se elabora con fabes, chorizo, morcilla asturiana (con un ligero sabor ahumado) y cerdo (tocino, principalmente de la zona de la papada). A esta última combinación de ingredientes cárnicos se le llama el compango. A la manera tradicional es un plato de preparación lenta y entre las reglas para comer una buena fabada figura que en níngún caso deben aparecer fabes rotas o deshechas en puré (por eso durante la elaboración nunca se deben remover con la cuchara). Se presta a muchas variantes y a ingredientes añadidos, pero los puristas del plato evitan añadir laurel, ajo y carnes que no sean de cerdo.
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