Desde los primeros tiempos de la humanidad el individuo ha intentado escapar de la civilización y de todos los excesos que conlleva la sociedad mientras va evolucionando. De esta manera nace el ermitaño o eremita que busca una vida solitaria y ascética, donde se corta todo contacto con los vínculos sociales.
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Convertirse en eremita, que significa “del desierto”, ha cobrado fuerza en los tiempos actuales tras la permanente dominación de una vida moderna estresante y consumista que no nos deja sentir realmente nuestro entorno. Esta situación, localizada en las ciudades saturadas de población y contaminación, ha transformado a la soledad y a la tranquilidad en unos valores muy deseados.
Por eso, cada vez más los ciudadanos se transforman en ermitaños del anticonsumismo y emigran a cuevas, a los campos, al desierto o a las montañas.
Varios profesionales han querido retratar a estos personajes tras conocerlos alrededor del mundo como el fotógrafo Carlo Bevilacqua, que expuso en Milán y transformó su periplo en un libro llamado ‘Into the silence. Eremiti del terzo millennio’ (En el silencio. Eremitas del tercer milenio).
Por ejemplo en Georgia, el monje estilista Maxime, de 60 años, perteneciente a la iglesia ortodoxa, vive desde 1995 en una pequeña capilla monástica de 1.200 años de edad en la parte superior del pilar Katskhi. El asceta se mantiene ocupado restaurando la iglesia con la ayuda de los aldeanos locales. El Pilar es una formación natural de roca que sobresale hacia arriba desde el suelo hasta una altura de aproximadamente 40 metros de altura. Desde el siglo V es utilizado por los estilitas (monjes cristianos solitarios) aunque durante la ocupación por el imperio otomano islámico se puso fin a la práctica.
Otro personaje asceta que conoció Bevilacqua fue Claudio. Era un ex cantante de rock progresivo de la banda » A ticket for hell» que se transformó en monje Camaldolese tras conocer la India y a los Hare Krishna. Actualmente vive en el Monasterio de Minucciano en Pitigliano, la ciudad medieval en las rocas, ubicado en La Toscana, Italia, siguiendo la regla benedictina y comparte sus días con otros dos ermitaños, el padre y el hermano de Mario Lorenzo.
Siguiendo el camino de los ermitaños, al norte de Inglaterra, en YorkShire Dades podemos encontrarnos a una mujer que ha tomado una elección radical. Ella se llama Sue Woodcock. Es una policía que se retiró a vivir la vida de una manera más natural. Quería una vida bajo sus propias reglas tras desilusionarse de la política inglesa y de la sociedad en su conjunto . Así que se trasladó a vivir a los valles de Yorkshire con 45 años. Hoy tiene 60 años, una casa de piedra pequeña, sin agua corriente ni energía eléctrica. Su pasatiempo es leer y cuidar sus perros, gatos, cabras y ovejas.
A medida que avanzaba en su investigación el fotógrafo italiano también se topó con el Padre Sergio, un monje benedictino. Este vive en el monasterio Sacradi San Michele desde hace más de 30 años, en una montaña a 1.548 metros de altura, cerca de Turín, en la región del Piamonte. El Padre Sergio se desenvuelve entre la soledad, el silencio y todo está rodeado de la naturaleza y sus 55.000 libros. Estos últimos son sus grandes amigos.
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Gianni es otro personaje ermitaño del siglo XXI que vive escondido en un cañón salvaje cerca de la Costa Amalfitana. Desde que su pareja Vali falleció vive solo con su familia de animales y su memoria. Es un hombre que tiene mucho talento, un artista de tomo y lomo. También es un poeta romántico, filósofo natural y un activista que trata de salvar su valle escondido de los constructores.
La verdad es que en algunos momentos el ser humano le apetece abandonarlo todo y desaparecer para siempre hacia rutas salvajes. Ese llamado de la naturaleza siempre está presente. Eso hizo el fotógrafo norteamericano Alec Roth. Pero en el camino le surgió la idea de averiguar cuanta gente había dado el mismo paso. A partir de ahí nació el proyecto ‘Broken Manual’, una serie de fotografías sobre estos nuevos ermitaños del siglo XXI. Durante dos años, conoció a personajes tan variopintos como Garth, un ermitaño que hace ya 27 años se mudó a las montañas del desierto de Mojave, en el sur de California, donde vive feliz, en una cueva que considera un paraíso. Para Garth es más fácil vivir en el desierto que en la ciudad, donde pasó hambre y mucho frío.
En España, también hay ascetas que buscan la tranquilidad y la meditación. En el Camino de Haro y La Rioja se puede ver una montaña alargada. Es lo que se llama los Montes Obarenes, una comarca boscosa, que al parecer está deshabitada. Pero en tierra burgalesas emerge de la nada el Monasterio de Herrera, conocido como Yermo Camaldulense de Montecorona de Nª Sª de Herrera. En él habitan los monjes camaldulenses (Italia). Son ermitaños que viven en absoluto silencio, centrados en la austeridad y la contemplación.
Meteora es un complejo de monasterios, situado en los acantilados de Tesalia en el norte de Grecia. Meteora en griego significa «que flota en el aire”. Estos fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco el año 1988. Los primeros monjes que habitaron los Meteoros en el siglo XI eran ermitaños que vivían en las cuevas y que buscaban estar más cerca del creador.
En Rusia, la familia Shaidenko ha elegido vivir como ermitaños en el siglo XXI, lejos del estrés de la ciudad. Su casa queda en medio de la naturaleza en la provincia de Yaroslavl (Rusia central) y están completamente aislados. Los padres no han querido escolarizar a los niños y ellos les enseñan a leer, a escribir y a tocar el piano. Sin embargo, han tenido problemas con la legislación rusa porque les exige que vayan al colegio y reciban educación.
Otros ermitaños del siglo XXI que no viven, eso sí, en lugares apartados sino en sus habitaciones son los conocidos como Hikikomori. Es un síndrome que se descubrió hace 20 años y que afecta a jóvenes de clase media como alta que progresivamente se han ido recluyendo en sus piezas. No se asean, ni van al colegio, apenas hablan, no salen nunca de su habitación y cuando lo hacen es para ir al baño. El síndrome de Hikikomori que se traduce como aislamiento o reclusión afecta en Japón a uno de cada diez adolescentes. Llegando a más de un millón quienes sufren esta enfermedad.
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Esto me hace pensar mucho en la profundidad de mi ser y no doy el paso ya que hay gente que depende muchísimo de mí en un país con índices exorbitantes de pobreza y de crimen organizado alentado por el narcotráfico es harto difícil volverse un eremita pero es un sueño que tengo y mantengo por el maldito consumismo letal que me rodea doquiera que vaya. Gracias y saludos.
Elogio de la vida eremitica
Somos un grupo de personas que amamos este tipo de vida y que nos gustaría seguir esta senda . Aconsejamos la lectura del libro de Petrarca La vida solitaria que hace alabanza de este tipo de vida que salvará a la humanidad toda Solaz de cuerpo y espíritu.