Centroeuropa nunca defrauda. Y Salzburgo está en Centroeuropa. Así que como puede deducirse de todo ello, ya te adelantamos que esta ciudad austríaca no te va a decepcionar si, como hacen miles de turistas al año, decides visitarla.
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Está a tan solo 300 kilómetros de Viena y a 150 de Munich, al pie de unos Alpes septentrionales que languidecen ya a esas latitudes. Pero eso no es inconveniente para que la ciudad tenga una parte de carácter alpino como muchos de los pueblos con encanto de Austria.
El centro antiguo de la ciudad que vio nacer a Mozart fue declarado por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1996. Su mezcla de aire renacentista y barroco hacen de este lugar un enclave perfecto e idílico. Tal vez por eso ha sido escenario de películas como ‘Sonrisas y lágrimas’.
Fuera de esa ciudad vieja se levantan palacios más propios de la época dorada del Imperio Austro-Húngaro, palacios en los que es fácil imaginar a la emperatriz Sisi recorrer sus pasillos.
Sin embargo, la historia y desarrollo de Salzburgo no se ha detenido por más que sí lo hicieran aquellos imperios pretéritos. Como si tuviera alas (puede que impulsada por la fábrica de una famosa bebida energética), el espíritu de la ciudad es ahora el arte contemporáneo.
Por eso, Salzburgo sorprenderá a su visitante, que no espera encontrar esta explosión de arte de nuestros días.
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Los museos son un buen ejemplo, como el Rupertinum, que es el de Arte Moderno; o el Salzburger Freilichtmuseum (Museo al Aire Libre).
Pero no hay que entrar en ningún museo para darse cuenta de la impronta de arte contemporáneo que domina el desarrollo de la ciudad. Marina Abramović o Jaume Plensa son algunos de los artistas internacionales destacados que llevan a cabo esa labor.
El visitante quedará estupefacto cuando, paseando por el Furtwänglerpark, encuentre una hilera de pepinos gigantes (obra del escultor Erwin Wurm) como homenaje a esta hortaliza tan básica en la gastronomía local.
Seguramente en tu visita a Salzburgo te verás obligado a cruzar el río Salzach, y muy probablemente lo harás por el puente más popular de la ciudad: el Staatsbrücke. Tal vez aprovechando su tirón entre turistas y residentes, dos artistas han decidido instalar sus obras allí. Ninguna te dejará indiferente. Por un lado los neones de la artista vienesa Brigitte Kowanz como homenaje y recuerdo a los miles de trabajadores forzados del régimen nazi. Y por otro lado, la gigantesca silla de 15 metros de Marina Abramović que nos invita a meditar.
Mozart tampoco se salva de ser reinterpretado por el arte contemporáneo. De ahí la polémica estatua del genial músico (polémica por sus formas desnudas y femeninas) obra del escultor Markus Lüpertz y que puede contemplarse en la Ursulinenplatz.
Dentro del casco antiguo podemos encontrar la fortaleza de Hohensalzburg, icono de la ciudad que empezó a construirse en el siglo XI y una de las mejor conservadas de Europa en su categoría. Para llegar allí has de coger un funicular en Kapitelplatz, donde el arte moderno también ha querido dejar su huella. Lo ha hecho en forma de esfera dorada gigante sobre la cual se puede ver la figura de una mujer. Sin duda uno de los lugares más fotografiados de Salzburgo, obra de Stephan Balkenhol.
Los amantes de las catedrales también tienen su ración de arte contemporáneo. No, no es sacrilegio. Bajo el templo del siglo XVII, en su cripta, comparten espacio a partes iguales los restos de la antigua catedral original románica, con la obra de Christian Boltanski: un juego de luces que revisa sin lugar a dudas el concepto de cripta catedralicia.
En fin, estos son solo algunos de los ejemplos. Hay más. Te invitamos a descubrirlos. Es muy fácil, solo hay que dar un paseo por las calles de Salzburgo.
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