Al Lago di Garda, el más grande de Italia, peregrinan amantes de la exclusividad y de la belleza. Una colección de paisajes, elegancia y actividades para todos que no te dejará indiferente.
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Un auténtico pedazo de mar enclavado en un valle alpino: eso es el Lago di Garda, el más grande de los lagos italianos con más de 368 kilómetros cuadrados y, también, uno de los más glamourosos, en dura pugna con el Lago di Como o el Lago Maggiore. Pero este de Garda, con sus más de ciento setenta kilómetros de riberas pobladas de villas, pueblos y tapices de bosque -olivos y pinos, palmeras y adelfas-, castillos y monasterios, formando estampas que parecen arrancadas de un cuento de Hoffman es, decididamente, el más evocador y bucólico de todos ellos.
Lombardía, Trentino Alto Adigio y Véneto son las tres regiones ribereñas del lago de Garda, y todas ellas se enorgullecen -y promocionan- estar bañadas por sus aguas. Hay mucho que descubrir en sus riberas: desde asentamientos prehistóricos -Valtenesi y del Monte Baldo, o los restos de las villas romanas de Desenzano y Toscolano- a castillos medievales y fortificaciones, como la Torre del Benaco o el castillo de Sirmione, que dominan el paisaje desde lo alto, pasando por bellísimas iglesias románicas, como las de Maderno, Sirmione y Bardolino- o los templos neoclásicos de Bardolino y Cassone.
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Pero la imagen mental que se le viene a la cabeza a cualquier de nosotros cuando piensa en el lago de Garda, o en cualquier lago alpino italiano, es en la un palacete de jardines de ensueño reflejándose en las calmadas aguas del lago; y en el lago de Garda, los hay, y simplemente espectaculares.
En Gardone Rivera -una de las poblaciones ribereñas más importantes, famosa por su patrimonio arquitectónico y por el Jardín Botánico André Heller, con más de 200 variedades de plantas- está uno de los palacios más famosos del lago, el imponente palacio de Vittoriale, que perteneció al tan famoso como polémico escritor e intelectual italiano Gabriele d’Annunzio, y que alberga un museo de la guerra (hay varado un pequeño buque de la Armada italiana).
Otra de las poblaciones cuya visita es imprescindible es Sirmione, famosa por sus termas, por las cuevas de Catulo y por su centro histórico amurallado, unido a tierra firme por un puente levadizo al castillo Scaligero, del siglo XII.
El lago y su zona de interior se presentan como lugares ideales para el deporte: natación y vela, montaña y escalada, bici de montaña, senderismo, rutas a caballo, parapente y vuelo sin motor, rafting… Las aguas del lago son idóneas para la práctica de deportes náuticos. En la ribera del lago que va de Sirmione a Limone, los puertos de Bogliaco, Campione y Limone son los mejores para realizar surf, en competencia con los de Riva del Garda y Nago-Torbole, en el norte, donde los constantes vientos empujan las velas. En la conocida como “la ribera de los olivos” -el tramo que va de Malcesine a Peschiera– nos esperan más de 50 kilómetros de playas: un destino para familias donde no faltan parques de atracciones, como el de Gardaland.
¡Buen viaje!
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