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El pueblo congelado: Oymyakon

Es considerado el lugar más frío del mundo y no es una exageración. En Oymyakon el termómetro alcanza con frecuencia los 60 grados centígrados bajo cero. Ubicado en la república rusa de Saja, en el corazón de Siberia, este pueblo batió en 1926 un récord terrorífico, cuando se registró la temperatura más baja del planeta, es decir, 71,2º bajo cero.

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Oymyakon (Google Maps)

Eso sí, la temperatura media durante el invierno es un poco mejor: tan “solo” 50ºC bajo cero. Localizado a 7.000 kilómetros de Moscú, Oymyakon es un aglomerado de cabañas de madera, un material que consigue retener el calor.

Los habitantes de Oymyakon sobreviven gracias a sus sombreros de piel de zorro, sus botas de reno y generosas dosis de vodka. El ajedrez es su refugio para matar las largas horas de tedio en un lugar donde salir de casa es un esfuerzo épico. De hecho, las salidas se limitan a actividades imprescindibles como cazar para alimentarse, ir al colegio o a una tienda.

Oymyakon (Maarten Takens, Flickr)

Otra hazaña en Oymyakon es ir al cuarto de baño. El frío hace que las cañerías exploten de vez en cuando. Para evitar el problema de cambios bruscos de temperatura, el aseo suele estar en una simple caseta a pocos metros de la casa. Cada vez que quieren hacer pipí, los lugareños deben enfrentar el frío siberiano.

Oymyakon (Maarten Takens, Flickr)

El frío es tal que es común ver a personas ataviadas con abrigo, capucha y guantes incluso en ambientes cerrados, como las oficinas y los comercios. Por si no fuese suficiente, en los meses de diciembre y enero solo hay tres horas de luz por día.

En la lengua yakuta Oymyakon significa ‘agua líquida, o agua que no se congela’. Es un nombre peculiar, teniendo en cuenta que el hielo se apodera de esta localidad durante varios meses del año.

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Siberia (iStock)

Hasta principios del siglo pasado, la actividad principal era la cría de renos. En pleno apogeo del régimen soviético, comenzó la explotación de oro, plata, platino y otros metales preciosos. Hoy los habitantes de Oymyakon malviven al límite de la pobreza. La ciudad resiste gracias a sus recursos locales, como la ganadería, la caza y la pesca. De vez en cuando aparece algún viajero aventurero y excéntrico, que deja algún dólar a las familias que le brindan hospedaje.

Oymyakon (Maarten Takens, Flickr)

Una curiosidad: los vehículos que llegan a Oymyakon deben mantener los motores en marcha durante todo el tiempo. De lo contrario, el combustible se congela instantáneamente.
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Bárbara Chacón

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