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Cuando las luces y el sonido de las discoteca se apaga y los turistas regresan a casa en sus aviones, aparece otra Ibiza, calmada, más pura. Es la Ibiza interior, un plan perfecto para llenar de sabor cualquier otoño viajero.
Hay una Ibiza payesa que es la protagonista principal del otoño, que toma fuerzas para el verano, donde lo que mandan son los paseos y las rutas relajadas, la buena gastronomía, el disfrutar de las costumbres populares antiguas y ricas de la más hedonista de las islas Baleares. Detrás de sus clubes y marinas de fama mundial, Ibiza late con toda la intensidad en campos de almendros dónde sólo se escuchan balidos y algún tractor, donde el mar se sabe tranquilo y olvidado por los turistas: esa Ibiza, que es la primera Ibiza que hubo, es ahora, en estos meses, cuando puede disfrutarse en plenitud.
Hay que descubrir esta Ibiza payesa realizando la Ruta de Es Plans, la ruta cicloturista por excelencia de la isla, que atraviesa es pla de Corona y es pla de San Mateu, lugares alejados del tópico y del lugar común y por eso inolvidables.que también puede realizarse a pie, o visitando sus puntos de interés en coche, visitando sin agobios ni multitudes la cova de Can Marça o paseando por una playa de Sant Miquel desierta y parar en cualquier bar del puerto y dar buena cuenta de un pambolí o un pescadito.
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Una opción siempre recomendable es descubrir el parque natural de Ses Salines. En Ses Salines -que se extiende por casi todo la parte sur de Ibiza, el norte de Formentera y los islotes que separan ambas islas-, además del espectáculo Patrimonio de la Humanidad que son las praderas de posidonia de su lecho marino, se conservan restos de la época de los fenicios como el poblado de Sa Caleta, entre Es Codolar y el Puig des Jondal y declarado Patrimonio de la Humanidad en 1999, y vestigios de épocas más recientes pero igual de interesantes, como la torre de vigilancia del siglo XVI de Sal Rossa, la pequeña iglesia de Sant Fracesc de s’Estany, la iglesia de Sa Revista y la torre de Ses Portes, todas ellas del XVIII, y las playas tranquilas en esta época del año de Illetes, Cavallet, Salines o Es Codolar.
Otro lugar a recuperar en el otoño ibicenco es Sant Antoni, famoso en el mundo entero por ser el hogar del Café del Mar. Pero tiene mucho más: la bahía, las puestas de sol en Seo Variedes, la cueva de ses Fontanelles con sus pinturas de la edad del Bronce, el yacimiento de ses Torres d’en Lluc, el acuario natural de la cova de Peix y, sobre todo en esta época del año, sus famosas calas, en las que es imposible no romper a aplaudir ante lo impresionante de sus puesta de sol. Están Cala Salada, a cinco kilómetros del centro, un conjunto de calas de arena fina en un zona protegida de los vientos, ideal para familias; Cala Gració y Cala Gracionesta son dos preciosas calitas unidas por un pequeño paseo de rocas, y Caló des Moro, a tan sólo un kilómetro del centro, es un lugar idóneo para contemplar la espectacular puesta del sol. Otra pequeña playa de arena que merece la pena disfrutar es la de Es Pouet, a la que se accede por la carretera que bordea la bahía, en dirección a Port des Torrent. Además, Sant Antoni es uno de los municipios que mejor se disfruta en otoño gracias a su apuesta por el Nordic Walking. Hay cinco recorridos que, con una distancia de entre seis y diez kilómetros y con salida y llegada en el mismo punto, atraviesan el municipio. Desde el propio ayuntamiento se organizan durante todo el año salidas con monitores especializados y se alquilan los bastones, todo ello de forma gratuita. Ibiza no cabe en un otoño, pero tu otoño si cabe en Ibiza. ¡Descúbrela!
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