Pues no ha cambiado la Madre Rusia. Ya ha llovido tela, revolución incluida amén de unos cuantos procesos de convulsión social, desde que se abriera el Hermitage en pleno centro moscovita como un restaurante referente de la alta cocina francesa. Allí dicen que Lucien Olivier inventó la ensalada que lleva su nombre y que es antecedente de la ensaladilla rusa. Es sólo uno de los platos fríos que llegan hasta hoy y que, junto con los palmeni, las múltiples sopas, los blinís y el caviar conforman la base del recetario del país. Nos damos una vuelta por Moscú en busca de las mejores mesas. Ninguna de ellas tiene estrella Michelin pero, eso sí, no son mesas baratas.
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Tenemos que empezar obligatoriamente por la gran sensación de la nueva cocina moscovita. Rusa en general. El talento del chef Vladimir Mukhin fija un nuevo listón en la modernización de la propuesta que, si bien parte de productos y recetas más o menos tradicionales, la eleva a cotas sorprendentes que rozan el surrealismo. Tanta innovación en sus imaginativos platos ha servido para que el escenográfico restaurante, con vistas panorámicas sobre la ciudad, haya aparecido en el puesto número 18 en el la última lista de The World’s 50 Best Restaurants.
Un restaurante que es una atracción turística en sí mismo. Dividido en tres partes: café-pastelería, zona informal (Farmacia) y una más encopetada (Biblioteca). Aunque se trata de toda una mansión barroca, como restaurante no fue inaugurado hasta 1999 con el nombre que homenajea al poeta ruso Alexander Pushkin. La comida está muy bien, pero es lo de menos. Lo importante es sentir la atmósfera aristocrática de un lugar que sabe a antes de la revolución. No está de más fijarse en su selección de vodkas.
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En lo más alto del hotel Ritz-Carlton, con vistas a la Plaza Roja y al Kremlin, encontramos este sofisticado local en el que vivir la noche con dosis de glamour y muy poco tipismo. Se puede probar el caviar, faltaría más, pero el lugar se abre a delicias peruanas, a sushi y a marisco, a cócteles bien preparados y a eso que se suele llamar ver y ser visto.
Con locales repartidos por medio mundo, el negocio reproduce la idea hogareña de las dachas soviéticas. Pulcramente decorado con papel pintado, alacenas de madera, fotos recordatorio y estanterías llenas de libros, el lugar es perfecto para entregarse a la nostalgia mientras se degustan platillos caseros. Digamos que cubre la cuota de encanto hipster, pero con cierta autenticidad.
El preferido por los usuarios españoles de TripAdvisor es el restaurante del hotel Metropol así que no deja de tener cierta conexión turística. Este antiguo café de 1905, justo enfrente del Teatro Bolshoi, mantiene el halo elegante y romántico que se espera de un lugar así. La cocina tiene una clara influencia francesa y nórdica.
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1 Comentarios
Comentario de Juan Calle Rodríguez
Publicado el 8 de marzo de 2018
Son espacios maravillosos ;definitivamente espectaculares estos lugares para departir y disfrutar unos buenos platos