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La oscura y salvaje batalla de ratas en España que desconocías

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Hay que reconocer que cuando España se viste de Spain is different se la reconoce a la legua. Los pueblos, con sus tradiciones heredadas, en muchas ocasiones deformadas hasta el surrealismo o retorcidas por el anacronismo, son quien mejor alimentan esa etiqueta. Últimamente nos estamos acostumbrando a contemplar cómo la piel de toro se tiñe de sangre y se entrega a comportamientos atávicos un tanto rústicos al grito de salvaguardar la cultura propia. Mientras, la curiosidad exterior muta en perplejidad, cuando no en denuncia. El Puig de Santa María, en la provincia de Valencia, tiene su propia celebración empañada de España negra. ¿Y qué hay más oscuro que arrojar ratas muertas contra un enemigo imaginario? Así es como se reproduce todos los años una batalla de ratas. Como suena.

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Alguien coge una rata muerta del suelo (Frame de un vídeo de PACMA)
Alguien coge una rata muerta del suelo (Frame de un vídeo de PACMA)

Cada último domingo de enero, así se recuerda a Sant Pere Nolasco en El Puig, municipio de la Huerta Norte con su buen monasterio renacentista, su buen castillo en ruinas, su buena cartuja y demás hitos monumentales. Día tan señalado se recuerda al santo con una lluvia de ratas. La explicación más fidedigna busca raíces en pestes medievales, cuando estos animales eran el enemigo más feroz. Hoy, su prensa tampoco ha cambiado mucho. La mili ya no existe, no así celebración tan impensable, en la que los mozos del pueblo, disfrazados de quintos, protagonizan la Trencá del perol, diversión de aporrear una piñata de la que puede ya caer alguna rata muerta. Antaño caían vivas y el pueblo se encargaba de perseguirlas hasta no dejar ni una de ellas con bigote. La otra parte de la fiesta, la batalla en sí, se da a ratazo limpio.

Los quintos en la fiesta (Frame de un vídeo de PACMA)
Los quintos en la fiesta (Frame de un vídeo de PACMA)

En la versión actual de esta batalla no hay castigo alguno. Salvo para los roedores. Al contrario, los vecinos se agolpan enfervorecidos en los extremos de la plaza ante la amable perspectiva de recibir una lluvia tan bíblica. Ni en el Antiguo Testamento. La gracia es cogerlas al vuelo, saltar y pillarlas del rabo, jugar con el presente peludo. Los niños se lo pasan pipa. Cada unidad de munición debe seguir un estricto proceso de apaleamiento previo. Para saciar el morbillo de contemplar el festejo en acción, una idea es acercarse al pueblo a verlo en directo; otra, dar al play de Santa Fiesta, documental de Miguel Ángel Rolland que estrenó en 2016 y que recorre un puñado de manifestaciones populares envueltas en forma de algunas de las fiestas más bizarras de España.

Con la rata en la mano (Película Santa Fiesta, Facebook)
Con la rata en la mano (Película Santa Fiesta, Facebook)

Más allá de las consideraciones éticas están las estéticas. Y es que la asquerosidad de la práctica en sí es difícil de superar. No hay animal más estigmatizado por su suciedad, y ahí radica que la censura no sea más severa. Al fin y al cabo, son ratas muertas. Sin embargo, lo cierto es que la fiesta está a día de hoy prohibida. Pero… Cadáveres de ratas siguen sobrevolando cabezas al menos una vez al año en El Puig, un pueblo que no parece tener a bien compartir esta tradición con los forasteros que, como en el caso de PACMA, viene denunciando la batalla de ratas. Ya se sabe, el folclore es material inflamable.
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Última modificación 4 de agosto de 2017

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Miguel Á. Palomo

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