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La obsesión sexual de este país esconde un significado espiritual

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Puede ser que algunos de vosotros nunca hayáis oído hablar de Bután. Pues resulta que Bután, como Teruel, existe, y está ubicado en la cordillera del Himalaya, sin salida al mar, encajado entre China e India y cuya capital es Timbu.

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Como país independiente tiene menos de 70 años de historia y su población no llega ni a 800.000 habitantes. Podríamos destacar muchas cosas sobre este pequeño país pero hoy nos vamos a quedar con algo ‘picantón’ y sin duda curioso.

 

Atentos a esta foto. ¿Veis algo extraño? ¿Algo que os llame la atención?

 

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Bueno, vamos a decirlo claramente. Hay gigantescos penes pintados en las paredes de las viviendas. No sólo podemos encontrarlos en dichas paredes sino que además aparecen esculpidos en diferentes lugares. Y ahora os preguntaréis… ¿por qué? Pues bien, os lo vamos a explicar.

 

Se trata de una tradición que actualmente está arrinconada, es decir, que se da mayoritariamente en las zonas rurales del país y que rara vez se da en los centros urbanos como la capital.

 

Pero no penséis que los butaneses son unos salidos por ello. Tienen una razón poderosa: los penes ahuyentan a los malos espíritus.

 

El origen de la tradición se remonta, parece, al siglo XV y tiene un protagonista: el monje budista Drukpa Kunley. Fue él quien introdujo el budismo en el país pero lo hacía con unos métodos muy particulares.

 

Drukpa Kunley fue un budista muy peculiar, pues no creía que para alcanzar los objetivos de dicha religión hubiera que renunciar a una vida sexual plena y, en su caso, parece ser que agitada. De hecho, eran bien conocidas sus andanzas sexuales aunque eso no le impidió ser popular entre los suyos. “El loco de Dios”, le llamaban.

 

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Era especialmente venerado entre las mujeres, que le buscaban para alcanzar la buena suerte y la protección en forma de relaciones sexuales. Tanto es así que también era conocido como “el santo de las 5.000 mujeres”.

 

Finalmente, Drukpa Kunley se asentó en una pequeña localidad llamada Lobesa. Allí se ‘institucionalizó’ la creencia de que ahuyentaba los malos espíritus con su miembro y comenzaron a representarlo en las fachadas de las viviendas para mantener sus casas protegidas.

 

Con el paso de los años, a estos penes se les empezó a añadir otro tipo de símbolos locales como los dragones.

 

Pero como decíamos antes, no solo se trata de representaciones pictóricas ya que también hay esculturas, tallas, en madera. Esta situación se da en el monasterio de Chimi Lhakhang, en el que varios falos de madera penden de las estancias de dicha estructura. Fijaos por ejemplo en las imágenes que siguen, son artículos que se venden en el monasterio.

 

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Hasta el monasterio llegan decenas de mujeres que quieren quedarse embarazadas ya que allí hay un falo de 25 centímetros, hecho en madera, hueso, marfil y plata, al que atribuyen el poder de la fertilidad.

 

Esta es la historia fálica de este pequeño país. ¿Os imagináis qué pasaría si pintamos nuestras fachadas en España con grandes penes?
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Última modificación 9 de septiembre de 2016

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David García

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