Acróbatas y escritores de cartas, saltimbanquis, hombres vestidos de mil colores estrafalarios que sostienen serpientes y otros que las encantan con sus flautas. Hay quienes llevan monos consigo, y también tragasables y tragafuegos, que se refrescan con uno zumo comprado en cualquiera de los carros repletos de naranjas; hay dentistas que operan al sol del mediodía con montañas de piezas dentales a sus pies y, por la noche, una humareda que alimenta que proviene de las docenas de restaurantes que hacen suya la plaza, bailarines y músicos bereberes y, siempre, cuenta-cuentos ante los que se arremolinan decenas, centenares de personas; y en las azoteas de los restaurantes que dominan la plaza, las teteras humean mientras abajo tiene lugar uno de los espectáculos más sorprendentes, inolvidables y decididamente únicos del mundo: el que tiene lugar, a cualquier hora, en la plaza Jamaa el Fnaa de Marrakech, uno de esos lugares únicos donde parece que el universo se contrae y que es, muy merecidamente, Patrimonio Oral de la Humanidad y, sobre todo, un espectáculo que hay que visitar y contemplar al menos una vez en la vida.
Publicidad
La plaza de Jemaa el Fnaa es el epicentro de Marrakech, la ciudad rosa marroquí que es considerada desde la antigüedad la puerta del desierto. Todo en la ciudad gira en torno a la plaza desde hace siglos, y es a ella a donde salen las entradas al zoco de la ciudad. La plaza no lo es al estilo al que tal vez estemos acostumbrados -un espacio cerrado- sino todo lo contrario: Jamma el Fna es un espacio abierto, inmenso, de arquitectura caótica, una explanada en la que conviven paseantes y ciclomotores y que, salvo en algunas horas de la media tarde, cuando más fuerte es el calor, bulle de actividad, en un horario aproximado que arranca a las nueve de la mañana y termina alrededor de la una de la madrugada.
La plaza es un auténtico teatro al aire libre que fue, en sus comienzos, allá por el siglo XI, el lugar donde se sucedían las ejecuciones públicas (de ahí la controversia que, todavía hoy, perdura sobre el origen de su nombre: para algunos, el nombre de la plaza significa «asamblea de la aniquilación», ya que era el lugar donde se ajusticiaba a los que delinquían; otros sostienen que el término «asamblea» o «reunión» es una referencia macabra al hecho de que se exhibían las cabezas cortadas de los ajusticiados rodeando la plaza, como si estuvieran celebrando una reunión. Otras teorías señalan que, puesto que la palabra ŷâmiʻ también tiene el significado de mezquita podría significar «lugar de la mezquita destruida», en referencia a la mezquita almorávide que debió de alzarse allí).
Y por la noche… Las humaredas y los resplandores de los quinqués de gas de las docenas de restaurantes -parrillas que aparecen de la nada rodeadas de mesas y bancos corridos- que hacen suya la plaza en cuanto se esconde el sol, unido al girigay de los instrumentos bereberes y de los cuenta-cuentos, conforman una escena increíble. En los restaurantes se sirve comida de calidad, a buenos precios: carnes a la parrilla de cordero y chivo y algo de vacuno, exquisitos dulces -pastisses-… Si se prefieren dos opciones más serias, hay dos locales destacables en la misma plaza: Les Terrasses de l’Alhambra -donde además sirven unos exquisitos crêpes- o el económico y popular Chez Chegrouni -buenos couscous y carnes a la parrila- son dos opciones de lo más recomendable. Pero, desde luego, el lugar perfecto para pasar las horas sin prisa y contemplar ese teatro del mundo que es la plaza de Jmaa el Fna es, sin duda, el Café de France. Su azotea es el observatorio más privilegiado de la ciudad, que nos regala las mejores vistas de esa escena inacabable que es la vida misma en Jmaa el Fna. ¡Buen viaje!
Publicidad
Regístrate y recibe nuestra newsletter
ÚNETE AHORA ÚNETE AHORALa función MIS FAVORITOS sólo está disponible para usuarios registrados. Accede a tu usuario o crea tu cuenta gratuita.
acceder área privada
0 Comentarios