En Namibia, en la costa occidental de África, existe un lugar misterioso poblado por densas nieblas oceánicas. La llegada de la corriente fría del Bengala es responsable de este fenómeno atmosférico, que cause fuertes vientos y oleaje.
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La corriente es tan agresiva que si un barco llega por error o accidente a esa costa, que se extiende por más de 2.000 kilómetros, le resultará imposible salir de allí. La única forma de abandonar este sitio salvaje y casi virgen es a pie: hay que caminar a lo largo cientos de kilómetros, en medio del árido desierto, para alcanzar un paradero más seguro.
Muy pocos los consiguen. Por esa razón esta costa desolada está llena de esqueletos. En el litoral, bañado por Atlántico Sur, hay un verdadero cementerio de barcos hundidos, oxidados y despedazados. Parece monstruos marinos colocados para excitar la imaginación de los viajeros. También es frecuente encontrar huesos de animales.
Si este año han muerto más de 3.000 inmigrantes en el Mediterráneo, estas aguas borrascosas no se quedan atrás. Durante siglos, los navegantes que recorrían las rutas comerciales entre Europa y las Indias Orientales evitaron la mortífera Costa de los esqueletos. En el siglo XIX los marineros portugueses la llamaban “arenas del infierno”.
Son muchas las tragedias náuticas ocurridas por la fuerza de la mar y las densas nieblas que se forman. Por ejemplo la del Eduard Bohlen, un buque que encalló el 5 de septiembre de 1909. Hoy los restos de esta embarcación todavía pueden apreciarse en el medio de la arena.
En 1971 fue creado un parque nacional dividido en zona norte y sur. Solo esta última está abierta al público. El área norte es accesible por safari. Sin embargo, la arena suelta puede ser una trampa mortal incluso para los más poderosos vehículos 4×4.
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