Viajar a Portugal es hacerlo también a uno de los destinos vinícolas más importantes del mundo. De las bancadas del Río Duero a los viñedos del Alentejo, todo el país es un paraíso enológico.
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De norte a sur y de este a oeste, todo Portugal es un homenaje al vino. Sus oportos son famosos en el mundo entero desde hace siglos; y, desde hace unos años, sus vinos de Alentejo o Algarve están presentes en las bodegas de particulares y restaurantes con todos los honores.
Las barcazas cargadas de toneles de vino que fondean en el río Duero a su paso por Oporto no son solo un adorno para turistas. La ciudad da nombre a uno de los caldos más famosos del mundo, y visitarla sin pasar unas horas recorriendo las bodegas de Vila Nova de Gaia -la localidad que, en la ribera opuesta al centro histórico de Oporto, es donde se encuentran míticas instalaciones como Amos Pinto, Sandeman o Ferreira. Viene de antiguo la fama y también la industria: la región del Alto Douro Vinhateiro fue creada en 1756, y la producción siempre se ha destinado a la exportación… Los atractivos no se limitan a las bodegas de Gaia o los wine bars que puntean el centro de Oporto: son numerosas las empresas que se dedican a recorrer el bellísimo tramo del Duero que cruza la región, amansado por la mano del hombre: las laderas de las escarpadas orillas son una sucesión casi infinita de terrazas en los que las millones de viñas plantadas protagonizan un paisaje catalogado por la UNESCO como Patrimonio Mundial de la Humanidad y que se encuentra poblado de haciendas tradicionalmente ligadas al vino, en muchas de las cuales es posible alojarse y conocer el proceso de elaboración (e incluso participar activamente durante el tiempo de vendimia).
Son también famosos los “vinos verdes” portugueses, que se producen en la región de Minho, en el norte del país. Es este un territorio repleto de historia -es el corazón de Portugal, donde tienen su origen las familias nobles de la antigüedad y donde se encuentran las ciudades y pueblos más monumentales, como Braga, Guimarães o Viana do Castelo. En el centro del país, donde brillan la ciudad de Coímbra -Lugar Patrimonio de la Humanidad-, Viseu, Aveiro o Buçaco, o la famosa playa de Figueira da Foz, se producen buenos vinos espumosos. La región tiene numerosos balnearios y spas, y algunas bodegas disponen de alojamientos para viajeros y pequeños museos enológicos.
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En el Alentejo, la región más grande de Portugal, se encuentran varios de los principales productores lusos. Los viñedos ocupan grandes extensiones, y son la compañía ideal de los olivares, alcornocales y dehesas que marcan el paisaje de la región. Con Évora como eje, otra ciudad Patrimonio Mundial de impresionante patrimonio arquitectónico, son muchas las bodegas que permiten participar en las vendimias y observar las diferentes etapas de elaboración de un vino.
Lo mejor es seguir el itinerario que propone la Ruta del Vino del Alentejo, que se extiende por las planicies de la región, marcadas por el calor, excepto en el extremo norte junto a la sierra de São Mamede. Aquí se encuentra una de las aldeas más bonitas del Alentejo, Marvão, entre murallas, al igual que otra más al sur, Monsaraz, en este caso a la orilla del Alqueva. Borba, Redondo, Reguengos o Vidigueira son nombres de tierras y de vinos de gran tradición. Y no hay que olvidarse de que en ese paraíso en medio del Atlántico que es la isla de Madeira es la tierra del único vino del mundo que se produce en un horno. ¡Buen viaje!
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