El consumo de alcohol en aviones y seguidamente dormir puede reducir significativamente la cantidad de oxígeno en la sangre y aumentar la frecuencia cardíaca durante un período prolongado, incluso en personas jóvenes y sanas.
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Esto se debe a la combinación de alcohol y la presión en la cabina a altitudes, que puede comprometer la salud cardíaca de los pasajeros, especialmente en vuelos largos, según sugiere un estudio publicado en la revista ‘Thorax’.
El estudio comparó dos grupos: uno de 23 personas durmiendo en un laboratorio y otro de 17 personas en una cámara de altura, que simulaba condiciones a 2.400 metros sobre el nivel del mar. La combinación de alcohol e hipoxia hipobárica en esta simulación «redujo la calidad del sueño, puso a prueba el sistema cardiovascular y llevó a una hipoxemia prolongada«.
El estudio ha revelado que cuanto mayor es el consumo de alcohol, más pronunciados son los efectos adversos, especialmente en pasajeros mayores o con condiciones médicas preexistentes. Los investigadores sugieren considerar la restricción del acceso al alcohol en vuelos de larga distancia.
La presión atmosférica disminuye exponencialmente con la altitud, lo que provoca una caída en la saturación de oxígeno en sangre, reduciéndola a alrededor del 90% en pasajeros sanos.
El alcohol relaja las paredes de los vasos sanguíneos y aumenta la frecuencia cardíaca durante el sueño, un efecto similar al de la hipoxia hipobárica. El estudio investigó si la combinación de alcohol y presión en la cabina a altitud de crucero podría tener un efecto aditivo en los pasajeros.
El estudio concluye que, incluso en individuos jóvenes y sanos, la combinación de alcohol con el sueño en condiciones hipobáricas supone una tensión considerable para el sistema cardíaco y podría exacerbar síntomas en pacientes con enfermedades cardíacas o pulmonares.
Estos efectos podrían ser mayores en personas mayores, sugiriendo que «los profesionales, pasajeros y tripulación deben ser informados sobre los riesgos potenciales«.
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Los investigadores reconocen el pequeño tamaño de la muestra y que los participantes eran jóvenes y sanos, lo que no refleja a la población general. Sin embargo, sugieren que podría ser beneficioso considerar modificar las regulaciones para restringir el acceso a bebidas alcohólicas a bordo de los aviones.
Esteban Ortiz Prado, profesor e investigador en la Universidad de las Américas (Ecuador), añade , aunque los hallazgos provienen de un modelo experimental bien controlado,
«Es crucial interpretarlos con cautela. Sacar este estudio de contexto podría causar alarma innecesaria entre los pasajeros, llevándolos a evitar el consumo moderado de alcohol durante los vuelos, cuando en realidad, con una adecuada alimentación, este consumo moderado no debería representar un riesgo significativo para la salud«.
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