Cada vez hay más gente -afortunada ella- que incluye en su dieta turística una excursión tripulada por las salvajes sabanas e inhóspitos desiertos del continente negro. Pero para que no se convierta en atracón y no se indigeste el planazo -porque lo es- hay que ajustarse a unos criterios de sensatez y respeto sin los cuales el éxtasis aventurero no pasará del avistamiento de alguna lombriz o el desastre más absoluto. Un safari no es cualquier cosa, tomad nota.
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1. La primera elección: ¿DÓNDE y CUÁNDO?
África no es un pueblo y hay que acertar en el destino a visitar. Poner rumbo a Kenia -la reserva Masai Mara en el parque Serengueti-, a Tanzania -el Ngorongoro, sin salir del Serengueti-, Sudáfrica -el parque Kruger- o Botswana -el Delta del Okavango- son elecciones habituales a cada cual mejor pero se pueden valorar safaris menos aglomerados a Namibia, Zambia o Zimbabwe. El momento ideal suelen ser los meses de verano ya que la vegetación disminuye y hay más probabilidades de observar animales. Una vez allí, horas intempestivas proporcionadas por un buen madrugón o una espera nocturna.
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2. ¿Qué me pongo, qué me pongo?
No se trata de escoger el look más casual, probarse el estampado caqui más favorecedor ni dar con el salacot más chuli. Esto no es una pasarela. Si queremos no hacer el ridículo y no preocuparnos hay que decantarse obligatoriamente por ropa cómoda: tejidos transpirables, calzado sufrido, protección para los cambios térmicos, una gorra, muchos bolsillos seguros y a tirar.
3. Schhh: chitón
Es la primera regla de oro en la naturaleza. No hacer el indio, no hablar demasiado ni muy alto, no chillar, no llamar la atención, no… No espantar a los animales o no atraerlos peligrosamente. Móviles, modo mute.
4. Ommm… Pa-cien-cia
Si sabemos mantenernos calladitos y en una posición discreta seguro que seremos capaces de armarnos de paciencia. Solo así podremos esperar horas para conseguir la mejor de las recompensas: tal vez ver un rinoceronte negro.
5. Hay vida más allá de los Big Five
Sí, todos queremos ver un elefante, un rinoceronte (si metemos al hipopótamo hablamos de Big Six), un búfalo, un leopardo y un león. Y además el mismo día. Pues confesamos que el resto de bichos de la naturaleza son también criaturitas del señor y también merecen nuestra atención. África es demasiado rica en fauna para limitar nuestras exigencias. Guepardos, gacelas, cebras, jirafas, flamencos, impalas…
6. Clic, clic, clic…
De acuerdo, no querer inmortalizar nuestra experiencia en formato fotográfico queda descartado. Por eso hay que planificar el equipo y material a transportar en el jeep. Un buen teleobjetivo -o una cámara compacta provista de un cristal de muchos aumentos-, así como baterías de repuesto y unas cuantas potentes tarjetas de memoria son innegociables. Eso sí, que todo este cacharreo no te esclavice.
7. Abrir bien los ojos
Los animales no son actores y, por tanto, hace un poco lo que les da la gana. Cualquier distracción por tu parte hará que te pierdas un momentazo de vida animal. Tú mismo. Venga, te dejamos llevar prismáticos.
8. Hacer caso a los expertos
Y no necesariamente a nosotros. Las imprudencias, se pagan.
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