Bienvenidos a un lugar que bien podría ilustrar una galería dedicada al mundo singular. Desde hace décadas, una ciudad tiene un monumento alternativo que no sale en las guías de viajes al uso. Se trata de la Catedral de la Porquería, una instalación que aunque no puede compararse a la obra magna de Justo Gallego en Mejorada del Campo, sí concita las miradas de propios y extraños por la extravagancia de una estructura levantada con trastos y cachivaches de todo tipo. Sí, de basura.
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La Catedral de la Porquería, como así se ha bautizado a este esforzado trabajo de reciclaje y arte, se encuentra en la ciudad texana de Austin, en Estados Unidos. Concretamente en un número de la calle Lareina Drive.
El autor de la Catedral de la Porquería es un vecino humilde de Austin que lleva desde 1989 levantando en el jardín de su casa un peculiar y creemos pagano monumento a la vida inútil de las cosas. Vince Hannemann se dedica a esto y lo otro. No es famoso. Pero tiene un alias. Se hizo tatuar en sus nudillos las palabras Junk King. Por lo tanto, habrá que presentarle como el Rey de la Basura. ¿Un chalado? No, un simple ciudadano con un hobby y una misión. Al Rey de la Basura su catedral le ha costado dos divorcios.
Ya hemos comentado alguno. Vince comenzó tan loca iniciativa en el año 1989. Primero un carrito de la compra y poco más. Hoy, la Catedral de la Porquería alcanza los 10 metros de altura y acumula alrededor de 60 toneladas de basura. La estructura se mantiene firme gracias al uso de alambre de cobre. Ningún cimiento. Ninguna argamasa más.
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Un letrero de Las Vegas. Una batidora. Ruedas de bicicleta. Hay de todo, pero no todo es recogido por el arquitecto autodidacta. Mucha gente acude a su reclamo, le conoce y le lleva todo tipo de cosas aparentemente inservibles. Él lo agradece y selecciona aquello que puede serle útil para continuar con una obra que nunca deja de crecer como si fuera un organismo vivo en constante movimiento. Varias veces la catedral se ha tambaleado. Bien por feroces tormentas, bien por denuncias vecinales o por amenazas por parte del ayuntamiento. Pero nuevamente la gente se involucró con el proyecto y ayudó a Hannemann a superar los escollos de la normativa de la ciudad. Se supone que la catedral es segura.
¿Por qué no? Pues porque sí. No hay que darle demasiadas vueltas al significado de una instalación que tampoco invita necesariamente a la reflexión. Sólo a comportarse libremente. A Vince le gustaba la idea y se puso a ello. Hasta hoy.
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