El tiempo pasa: no hay cómo negarlo. Por mucho que te hagas el longui, el tiempo no va a dejar de pasar. Y seamos honestos: los cuarentones que siguen saliendo como si tuviesen 20 y pocos años son un poco patéticos. Es mejor aceptar con dignidad las primeras arrugas, la barriguita cervecera y la resaca asesina como algo natural e irremediable.
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A los 20 aguantas lo que se te venga encima: horas y horas de botellón, litros de calimocho y varias noches sin dormir. Sentarte en el suelo ni te parece cutre ni incómodo. Lo gratis es lo mejor, porque no tienes otra opción. Lo barato es tu segunda alternativa. La comida rápida es tu salvación. Haces horas de colas para entrar en la discoteca de moda y no dudas en acampar cerca del estadio para ser el primero a entrar al concierto de tu ídolo.
Tu lema es fiesta y más fiesta. San Canuto y San Cemento son tus preferidas. Te vas de compras por Fuencarral o la Gran Vía. De vez en cuando visitas el Parque de Atracciones o el Parque Warner. Te mola el Mulafest y la música indie. La noche es tu reino.
A los 30 te vuelves un poco más selectivo. Las terracitas substituyen el botellón. El tinto de verano o la cerveza reemplazan el calimocho. El pincho con estilo gana al Big Mac por goleada. Pizza sí, pero solo si es en un italiano de verdad. Los bares de copas te seducen más que las discotecas repletas de gente. El domingo te vas a la piscina con los colegas: particular si son pudientes, pública si el nivel adquisitivo es más bajo. Eso sí, la piscina de la Complutense gana puntos porque no admite niños.
Te pierdes por las fiestas de la Latina y de Lavapiés. Compras en las tiendas vintage de Malasaña o en los outlets de Alonso Martínez. Te gustan los bares de la Calle Pez o de Conde Duque. El Mercado de Motores y el Matadero te flipan. Noche sí, pero no siempre.
A los 40, el momento gourmet prevalece. Prefieres salir a cenar y pides el vino que acabas de conocer en tu curso de sommelier. Los planes diurnos son tus preferidos: casas rurales con encanto en la sierra, circuitos de spa y actividades lúdicas para los niños, los tuyos y los de tus amigos. Te molesta la música alta en los bares y el ruido excesivo. Necesita desconectar en el campo o huir de la capital al menos un fin de semana y refugiarte en Menorca.
Sales cada vez menos, ir de compras te parece un rollo y te diriges automáticamente a las tiendas del barrio Salamanca, más vacías y sin la música a tope. A veces piensas que ya estás viejo, pero luego te convences de que no. Los gustos cambian y tú con ellos. Lo importante es ser feliz.
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