El ritmo frenético de la ciudad provoca que, bien por accidentes ¿fortuitos?, o bien porque en el momento no se aprecia el valor arquitectónico de un edificio, las excavadoras reduzcan a su más mínima expresión decenas de lugares empapados de historia. En Madrid son muchos los ejemplos. Nosotros hemos elegido estos.
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Ni 30 años resistió este edificio ‘retorcido’ obra de Miguel Fisac y situado en la calle Josefa Valcárcel, pues se terminó de construir en 1970 y se derribó en 1999. Era la sede de los laboratorios Jorba y uno de los hitos de la arquitectura contemporánea en Madrid. Su derribo (promovido por los propietarios que se lo compraron a Jorba) fue calificado por el Colegio de Arquitectos de Madrid de «delito cultural» y se comparó a la quema de un Miró. El Ayuntamiento de Madrid no pudo hacer nada para evitarlo pues no era un edificio protegido y no tenían respaldo legal para hacerlo.
Ubicado entre 1920 y 1972 en la Red de San Luis (intersección de Montera con Gran Vía) daba acceso al metro a través de los ascensores. Aunque estaba prevista en 2009 la construcción de una réplica, finalmente el proyecto se lo llevó por delante la crisis. El original no se destruyó y fue trasladado a Porriño (Pontevedra), localidad natal del arquitecto Antonio Palacios, y hoy forma parte de un parque que le homenajea.
El que fuera uno de los primeros rascacielos inteligentes de Madrid es tristemente recordado por el incendio que lo destruyó en 2005 y cuyas causas siguen envueltas en cierto misterio. Tenía 106 metros de altura y 32 plantas y estaba dedicado íntegramente a oficinas. Databa de 1979. En su lugar se ha levantado otro edificio que forma parte de unos famosos grandes almacenes.
Seguimos con los incendios. En el lugar donde hoy se alza majestuoso el Palacio Real, se encontraba el Alcázar, sede de la residencia de la familia real. Lo fue hasta la Nochebuena de 1734 cuando se desató un incendio que lo destruyó. Comenzado a construir en el siglo XI, tenía en su interior cientos de obras de arte, muchas de las cuales se perdieron pasto de las llamas aunque otras, como Las Meninas, se salvaron.
Todos conocemos la actual Casa de la Moneda de O’Donnell. Pero no lleva allí tanto tiempo. Hasta 1970, esa función la asumía otro edificio situado en Colón, construído en 1860, y que fue derribado. Su lugar lo ocupan ahora los Jardines del Descubrimiento.
Antes hemos mencionado a Antonio Palacios, arquitecto del templete del metro. Pues bien, el propio Antonio Palacios fue el artífice de este hotel en la plaza de Callao en 1924. En sus solo 40 años de vida se cargó de historia, ya que fue el lugar donde se alojaban los periodistas internacionales durante la Guerra Civil. Fue demolido y en su lugar se construyeron unos grandes almacenes.
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Aunque no sea una joya arquitectónica, sí podemos considerarla como testigo de la historia y llena de simbolismo. Terminada de construir en 1944, entre sus muros se encerró a los disidentes del régimen de Franco. Ubicada dentro del propio casco urbano de la ciudad (algo impensable en la actualidad) dejó de utilizarse en 1998 y pasó diez años abandonada, incrementando su halo de misterio, hasta que en 2008 se derribó aunque aún hoy no se ha construído nada en el extenso solar donde se ubicaba.
Antes de que se construyera la actual plaza de toros de Las Ventas, el epicentro de la tauromaquia en la capital estaba en el lugar que hoy ocupa el Palacio de los Deportes, en la calle Goya. En total, 60 años de tardes de gloria (de 1874 a 1934) que fueron diseñadas por dos arquitectos: Emilio Rodríguez y Lorenzo Álvarez.
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