Aunque la normativa sanitaria prohíbe ya alfombrar los bares con paladas de serrín por cuestión de higiene, todavía hay establecimientos desobedientes que cumplen con la prerrogativa de las tascas de toda la vida. El serrín no es sino parte de su identidad y consiguen ocultar bajo su manto cabezas de gamba, estratos de historia y además logran fijar el paso del parroquiano. En cualquier caso, esta lista no hay que tomársela al pie de la letra, sino que responde sin más a lo que algunos llaman “bares de viejo”. La viruta de madera como secante nos sirve de metáfora porque, efectivamente, no hablamos de gastrobares peripuestos.
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1. Bodegas Casas, Madrid
Unas cuantas generaciones contemplan a este bar vermutería de la Avenida Ciudad de Barcelona fiel al tipismo más castizo. La portada de (casi) siempre, la barra de siempre, los grifos de siempre, los camareros de siempre, la parroquia de siempre, y el vermut de siempre. No hay serrín, pero qué más dará…
2. Casa Vizcaíno, Sevilla
La pastosa alfombra de esta tasca legendaria fundada en 1929 no lleva ahí tanto tiempo pero su clientela fiel se acostumbró a levitar sobre ella mientras engullía altramuces y se ayudaba por el vermut con sifón o la manzanilla. Algo más que un simple bar, una manera de entender la ciudad.
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3. El Bodegón, Llanes
Las sidrerías asturianas son lugares siempre asociados al serrín desparramado en el suelo. Aunque se haya desterrado en la mayoría, a expensas de algún local rebelde, lo cierto es que la esencia de muchos de estos espacios socializadores a lo largo de las décadas permanece. Es el caso de esta sidrería siempre animada por donde desfilan el chorizo a la sidra, los bocartes y todo tipo de delicias en formato tapa.
4. Bar Bodega Pàdua, Barcelona
Aunque pasa por ser uno de los santuarios vermuteros de la Ciudad Condal, este bareto que fue bodega destila la originalidad de una decoración no tan al uso que mezcla entre los barriles vieja cacharrería, aparatos antiguos de radio e instrumentos musicales. Versátil, amigable, auténtico.
5. O gato negro, Santiago de Compostela
Todavía quedan sitios diferentes sin tapujos. Inaugurado en 1920, el local de entrada pétrea sumerge al no iniciado en una máquina del tiempo. Desnuda de polvo y paja, la casa de comidas es más que tradición en vena.
Menudo homenaje puede uno darse en esta bendita sidrería de las de antes cuyos guisos y viandas además de suculentas resultan más que económicas. Si no se hace uso de los manteles de cuadros o de papel de su comedor, la barra en sí mismo ya alimenta. Vale, no hay serrín que la contemple, aquí se es más que pulcro.
7. El Palentino, Madrid
Obra maestra del bar como monumento social más que ornamental, no es la primera vez ni será la última que aparezca en estas listas de imprescindibles. Casto y Loli son los eternos oficiantes de un lugar por el que la historia de Madrid y sus entretelas han pasado sin que se haya adecentado más que su poso y su memoria. Espejos corroídos y fluorescentes mortecinos pero botellines helados, bocatas de campeonato y copas de verdad.
8. Bodegas Labrador, Valencia
Conocida también por el populacho como Bodega FILA, se ha convertido en una tasca habitada por estudiantes desatados que encuentran en este paisaje de tonelería y botellas por doquier su cuartel general donde entrenar su afición.
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