En un país tan vasto y colosal no siempre es fácil desmarcarse de las típicas imágenes de postal que todos tenemos en mente. Sus destinos obligados son muchos y a cada cual más exótico y fotogénico, por lo que sí, Brasil es inabarcable. Por eso lo exploramos a fondo y te chivamos un pequeño muestrario con algunos lugares más o menos desconocidas para el gran público. No faltan playas infinitas, exuberancia vegetal y paisajes deslumbrantes.
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1. La ola Pororoca, estados de Pará y Amapá
No es un paisaje en tierra firme ni un lugar concreto en sí mismo sino un fenómeno natural que atrae al personal surfero de todo el mundo. El estruendo ejerce de llamada ante la llegada de la ola gigante formada en la desembocadura del Amazonas, cuando dos veces al año, entre febrero y marzo, una furiosa corriente procedente del Atlántico penetra en el gran río. En vez de huir de ella, casi mejor surfear sus cuatro metros de altura en sus casi 20 kilómetros de movimiento ininterrumpido río arriba. El surfero Picuruta Salazar la cabalgó durante 37 minutos.
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2. Jericoacoara, Ceará
Vale, no es el destino más desconocido que ver pero representa una de las regiones más sorprendentes del norte (desconocido) del país, todavía sin demasiado impacto turístico. Este pueblecito de pescadores a unos 300 kilómetros al oeste de Fortaleza es muy del gusto de los fans del kitesurf y de cualquiera que se pirre por sus playas de dunas de aspecto salvaje. Jeri, como se lo conoce cariñosamente, es un buen punto de partida para otras excusiones tales como Pequenos Lençois, dentro del parque nacional de Lençois Maranhenses.
3. Arembepe, Bahía
El viaje al Brasil más alternativo tiene continuidad muy cerca de Salvador de Bahía, en una aldea de tradición algo mística desde que en los años setenta se convirtiera en destino de la cultura hippie. Por aquí pasaron Mick Jagger y Janis Joplin, nada menos. Hoy pervive cierto ambiente bohemio gracias a su escasa población, a su autenticidad refractaria al progreso, a sus casitas de paja y a sus playas casi intactas.
4. Serra da Capivara, Piauí
Sin dejar el norte, no es este el desierto yanqui del Colorado sino un parque arqueológico protegido como parque nacional por albergar el mayor patrimonio prehistórico de todo Brasil y de casi de todo el continente americano. Patrimonio de la Humanidad, por lo tanto, desde 1991, el entorno ya es de por sí sobrecogedor, pero hay que ver bien las inscripciones milenarias -algunas de hace más de 25.000 años- que decoran las rocas de este santuario cultural.
5. Rio Branco, Acre
Bien tupido de selva, los alrededores de este enclave perdido en el oeste del país, fronterizo con Bolivia, se exploran como parte de la ruta Caminhos do Pacífico hasta alcanzar el Parque Nacional da Serra do Divisor. La ciudad, cada vez más próspera, queda seccionada por el espeso río Acre. Cerca queda Xapuri, cuna del cauchero Chico Mendes, símbolo por antonomasia de la preservación amazónica. Toda una curiosidad que ver, alejada del turismo de playa y samba.
6. Alter do Chão, Pará
Hablando de playa y del Amazonas. Hablando de lugares curiosos y secretos. La naturaleza indómita y siempre sorprendente de Brasil depara un espectáculo efímero sin igual ya que únicamente de julio a enero el Lago Verde del río Tapajós muestra una lengua de arena blanca perfecta al más puro estilo «Caribe Amazónico». La islita resultante se convierte en improvisado paraíso para disfrutar de unas aguas tranquilas y transparentes. Un oasis de tranquilidad alejado de las exuberantes playas turísticas.
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