Hay un Madrid en la superficie y otros muchos que se esconden, si no en las profundidades, en los rincones menos visitados. Una ciudad que nunca se acaba. Por eso siempre es conveniente reivindicar un patrimonio cultural que se beneficia también desde lo pequeño o lo más desapercibido. Hay muchos museos en Madrid. Algunos son santo y seña a nivel mundial. Pero hay otros museos desconocidos que también lo petan. O deberían.
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Un imprescindible que, sin embargo, no juega en la primera división museística de la capital. En el barrio de Salamanca, un imponente palacete rodeado de jardines acoge la colección del editor y bibliófilo navarro José Lázaro Galdiano que, a su muerte a mediados del siglo pasado, pasó a formar parte de la fundación que lleva su nombre. Artes decorativas, platería y joyas, esculturas y mobiliario español, orfebrería del Renacimiento, cuadros de todas las épocas y escuelas europeas, armas, textiles y monedas… De todo y de gran valor, en especial algunas obras maestras de El Bosco, Murillo, Velázquez, El Greco o Goya. Hay que ir sin excusa alguna.
Nada que ver con el anterior, aunque haya mucho que ver también. El Museo de Antropología Médica, Forense, Paleontología y Criminalística -todo eso- de la Escuela de Medicina Legal de la Universidad Complutense de Madrid es un rincón sorprendente y poco practicado por la actividad más mainstream. Inaugurado en el año 2009, el que es popularmente conocido como el Reverte Coma, en honor al profesor y fundador del este museo, para muchos de los horrores, da cabida a una interesantísima colección nada propia del común de los museos. Allí se dan cita unos 2000 cráneos, algunos de ellos trepanados, restos óseos y huesos de Patología antigua, armas homicidas y una retahíla de momias milenarias de todo el mundo, incluida la más pequeña del mundo. Eso sí, hay que ir prevenidos.
Tampoco es excesivamente conocido este museo que acerca África a los madrileños. En la calle Arturo Soria, los países subsaharianos se encuentran aquí representados mediante una colección de objetos que explican su modo de vida (vestidos, abalorios, armas…), así como arte (pinturas batiks, esculturas de ébano y marfil, e instrumentos musicales) y máscaras de ídolos y dioses.
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4. Castillo de la Alameda
Sí, un castillo dentro de la ciudad. En el barrio Alameda de Osuna, dentro del distrito de Barajas, un castillo se levanta perfectamente conservado como testigo de la arquitectura militar del siglo XV. También conocido como castillo de Barajas o de los Zapata, por ser este patriciado del Madrid bajomedieval el patrocinador de su ampliación después de su construcción a instancias de Diego Hurtado de Mendoza y familia, el baluarte llega así de bien hasta nosotros por la intervención en los años ochenta del arquitecto municipal Pedro Herrero Pintó. Un par de torres en pie, el foso que separaba el acceso desde el que fue un pequeño poblado y, para mayor interés, el asentamiento prerromano descubierto bajo las ruinas tras distintas excavaciones. La visita guiada lo explicará mejor.
5. Museo Cerralbo
Habréis pasado muchas veces por delante y os habréis preguntado quién vive en semejante palacete de la calle Ventura Rodríguez. Pues esta “humilde” casita perteneció a la familia Cerralbo, con el marqués don Enrique de Aguilera y Gamboa al frente. Ahora el antiguo domicilio familiar ejerce de casa-museo en la que conocer cómo se las gastaba un clan adinerado en el siglo XIX. Porque el marqués fue un prominente amante del arte, con lo que el visitante contemplará una completa colección de antigüedades y piezas arqueológicas. Esculturas romanas, cerámicas griegas, pinturas italianas y españolas (de El Greco a Zurbarán), ricos dibujos y grabados… Medallas, monedas, tapices, relojes… Menudo catálogo.
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