Acaban de cumplirse 20 años de la inauguración del Museo Guggenheim de Bilbao, un elemento clave para entender la transformación de una ciudad que luce un aspecto espectacular tanto durante el día como por la noche. Aunque, como vamos a ver en la primera de estas curiosidades del Guggenheim, los primeros pasos del proyecto no fueron precisamente fáciles…
Publicidad
Los orígenes del Museo Guggenheim de Bilbao se remontan a una comida informal en la que, entre otros, estaba el político Ernest Lluch, que después sería asesinado por la banda terrorista ETA. En aquella comida surge la idea de que Bilbao acoja el museo que la Fundación Guggenheim había querido abrir en Madrid. Esa idea termina plasmándose de manera formal en una carta a la Fundación Guggenheim, que se interesó por el proyecto. Lo más curioso es que a Thomas Krens, director de la fundación en aquel momento -a principios de la década de los 90-, lo llevaron directamente a Vitoria en helicóptero para que no viera Bilbao antes de firmar el acuerdo por si acaso se echaba para atrás después de ver el aspecto que presentaba entonces el entorno donde iba a construirse el singular edificio.
Puppy es el nombre de la gran mascota de acero recubierta por plantas naturales que nos da la bienvenida al Guggenheim de Bilbao. La escultura, obra del estadounidense Jeff Koons, representa a un cachorro de la raza West Highland terrier de 12 metros de altura y 15 toneladas de peso con cerca de 40.000 flores y plantas. Los bilbaínos bromean asegurando que, en realidad, el Guggenheim es la caseta de Puppy.
Publicidad
Ya sabemos que en Bilbao, y en el País Vasco en general, todo se hace a lo grande. Y no sólo Puppy, sino también Mamá, la escultura de casi 9 metros de altura en bronce, mármol y acero inoxidable con forma de araña gigante de Louise Bourgeois. Su madre era tejedora y con esta escultura, la artista francoestadounidense quiso rendir homenaje a la figura protectora de su madre.
Aunque desde hace tiempo el Museo Guggenheim es motivo de orgullo para Bilbao -y viceversa-, al principio muchos de sus ciudadanos no lo veían con buenos ojos. Incluso, algunos se referían al edificio de Frank Gehry como una lata de sardinas o de espárragos. El cambio de parecer también lo experimentó el escultor Jorge de Oteiza, que bautizó al Guggenheim como “fábrica de quesos” y se negó a que ninguna de sus obras se expusiesen en el recinto. Sin embargo, el escultor se reconcilió con el edificio y con las instituciones vascas antes de su muerte en el año 2003 y algunas de sus obras -al igual que las de otro gran escultor como Eduardo Chillida- pueden admirarse en el Museo Guggenheim.
33.000 planchas de titanio que cambian de color según el momento del día y las condiciones meteorológicas cubren el Museo Guggenheim de Bilbao, cuya superficie es de 24.000 metros cuadrados y de los que 11.000 se utilizan para sus exposiciones. Entre las curiosidades del Guggenheim también está que el titanio no iba a ser inicialmente el elemento utilizado en esta colosal obra arquitectónica, sino el acero inoxidable. Sin embargo, en un día de lluvia, Frank Gehry se encontró casualmente un trozo de titanio en su taller y lo colocó en un poste fuera de su lugar de trabajo. Al comprobar la tonalidad que adquiría, tuvo claro que el titanio era el mejor aliado para su proyecto.
Al planificar un viaje, uno de los aspectos más subestimados es el tiempo. Aunque crear…
La Navidad es ese momento del año donde hay que estrujarse el cerebro. Hay mucha…
El 5 de diciembre, un avión de Air China pasó por un aterrizaje tenso en…
La capital española es una de las ciudades que más sale a relucir durante las…
Una joven turista china experimentó un incidente alarmante en Sri Lanka al caer de un…
A pocos kilómetros de El Escorial, en la Comunidad de Madrid, se encuentran algunos de…