Puede decirse que la vocación de un viajero se mide en la capacidad de afrontar una aventura con ilusión y garantías, incluso en las condiciones más difíciles. Si tu sueño es conocer lugares y culturas diferentes, no deben ser impedimento el modo de desplazarte hasta tu destino, la categoría del alojamiento o el menú con el que te sorprendan durante tu estancia. Siempre se dice que un auténtico viajero sólo necesita una mochila llena de ganas de descubrir y aprender, pero en las próximas líneas os vamos a demostrar que, en ocasiones, algún compañero de aventura puede hacerte más fácil ese viaje. Y si, a pesar de conocer los problemas de viajar solo, decides no sacar billete a tu acompañante, te aconsejamos ser muy previsor… ¡No queremos amargarte el viaje!
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1. Largas horas de espera… en solitario
Si eliges un medio de transporte colectivo, es muy probable que tengas que soportar alguna que otra hora de espera en aeropuertos o estaciones. Puedes leer un periódico o jugar con tu smartphone, si hay suerte y wifi gratis. Pero si el retraso va para largo, echarás de menos la conversación de tu pareja o amigos, e incluso un hombro sobre el que echar un sueñecito. El remedio si viajas solo: guardar un libro gordo en la maleta y no olvidar la almohada cervical hinchable.
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2. El viaje en coche: falta dj, intendencia y una ayuda en caso de avería
No creas que viajar en tu coche te libra de complicaciones a la hora de viajar en solitario. El primer inconveniente es que no tendrás a nadie que elija y ‘pinche’ por ti la banda sonora del viaje. Dirás que esto puede ser una ventaja; puede que tengas razón. Sin embargo, es más serio no tener a nadie que te hable y distraiga cuando amenace el sueño o que te abra la botella de agua aprovechando el trazado más idóneo de la carretera. De empujar tú solo el coche en caso de avería, ni hablamos. Nuestro consejo: ¡ponte fuerte para empujar por dos!
3. Tú decides la ruta: sólo podrás echar la culpa al GPS
Escena de película: el conductor está decidido a tomar el desvío de la izquierda; su acompañante, con mapa en mano, le reta a seguir la dirección alternativa. De fondo, suena música de guerra. En tu viaje en solitario, tú serás el único protagonista en esa escena. Pero, si te equivocas en la ruta elegida, sólo podrás culpar a tu GPS… Y no es lo mismo, ¿verdad?
4. La crema solar, cuando tú quieras… pero ¿qué pasa con la espalda?
Ya te haces una idea de la complicación a la que nos referimos si decides no invitar a nadie a tu viaje. Echarse crema protectora cuando estás disfrutando de tu momento de relax bajo el sol puede ser un auténtico fastidio. En este viaje, tú pones las normas y decides cuándo rebozarte en crema del factor 50, pero ¿quién es el contorsionista que se atreve a extenderla por la espalda? Remedio: asume tu quemadura dorsal o búscate un fisioterapeuta de urgencia para los hombros.
5. Selfies… ‘de a uno’
Dejamos para el final el problema menos acuciante. Unos años atrás, hacerse fotos a uno mismo en tus escapadas en solitario era una misión imposible. Habrías tenido que pedir el favor al primero que pasara por allí. ¿Y si no hablaba tu idioma? Ahora, con la moda del ‘selfie stick’, léase ‘palo para autofoto’, tus preocupaciones se han acabado. Recomendación: cuidado con hacerte un ‘book’ de fotos cual gnomo de ‘Amélie’. ¡No vas a encontrar amigos a los que enseñárselo a tu vuelta!
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