El harén siempre ha sido casi una entelequia para las sociedades occidentales. La visión orgiástica que se ha ido construyendo de estos lugares misteriosos en el imaginario colectivo no es sino producto de la reprimida educación sexual de la sociedad victoriana. A partir de ahí se ha arrastrado un conjunto de mitos e inexactitudes que no se corresponden con toda la verdad de esas dependencias cerradas en las que generalmente se confinaban las mujeres, hasta ahí poca duda, dentro del palacio del macho alfa de turno. La casa del sultán tenía una sección prohibida.
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Deriva de la palabra árabe herâm que significa prohibido o tabú. En el harim, como realmente se conocía a estos rincones tan suntuosos como vedados, vivían las mujeres de la familia del sultán o del capo en cuestión. Por tanto, espacios de esparcimiento o recogimiento y de relajación familiar casi sagrados restringidos a extraños.
¿Y si fue Mahoma el que inventó el harén? Cuenta una leyenda que estando él a su rollo jugando con sus nietos en casa fue molestado por un grupo de fieles. Unos fans pesados a la caza del autógrafo, vamos. A partir de ahí decidió reservar una zona privada para la familia. Y sus esposas varias.
El harén no hay que circunscribirlo al devaneo sexual. De hecho, en estas salas privadas se concentraban más los planes militares y las estrategias políticas de los estados y reinos que la orgía permanente.
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Si hay un harén representativo es el que cundió durante el Imperio otomano, posiblemente el más estricto y cerrado de todos los harenes. El del Palacio de Topkapi, en Estambul, es el ejemplo más fastuoso, un harén de más de 300 dependencias que permaneció activo siglo tras siglo.
La pirámide estaba bien definida. Nadie estaba por encima de la madre del sultán, la sultana valida que dirigía el cotarro. Después, la abuela, las favoritas y esposas, normalmente cuatro con la madre del primogénito como primera esposa, y después las concubinas, las esclavas y los eunucos, las mujeres a cargo de la servidumbre, y los sirvientes y guardas del harén.
No es leyenda que en los harenes existían precisamente harenes, es decir, el conjunto de mujeres que estaban a disposición del señor para darle descendencia. A veces, cientos de ellas, por lo que no todas llegaban a pasar por la cama del dueño de la casa. Estas mujeres, seleccionadas por su belleza, podían trofeos de guerra de procedencia no musulmana. Eso sí, en el harén recibían la educación en el islam y algunas podían convertirse en esposas del sultán. Tenían cierta libertad de movimientos para entrar y salir de palacio, siempre que fueran escoltadas. Además, su trabajo esta remunerado y al cabo de unos años podían abandonar el harén para casarse. La boda corría a cargo del sultán.
Los harenes del Imperio otomano normalmente estaban custodiados por los eunucos, muchos de ellos esclavos etíopes que de vez en cuando también se pasaba por la piedra el señor. Eso sí, el jefe de ellos mandaba lo suyo y era una figura muy respetada dentro del harén.
La denominada Casa Jeneret es un caso singular de mayor apertura en el harén egipcio. En realidad, podría considerarse como una institución educativa y de formación de los príncipes del Antiguo Egipto. Un harén más igualitario respecto al papel de las mujeres, aunque no del todo. Los funcionarios administrativos del harén, todos varones. Por lo demás, un lugar también dado a las conspiraciones y las luchas de poder en el que las mujeres mejor posicionadas trataban de posicionar aún mejor a sus hijos varones.
Vemos que el concepto de harén no es exclusivo del mundo musulmán. Ni tampoco oriental (hubo harenes en India, Persia o China). En la Grecia clásica también había harenes, llamados gineceos. Allí, normalmente en una planta superior de la casa, pasaban la vida las mujeres nobles y de buena familia, siempre apartadas de la toma de decisiones y de la actividad pública. Pero no había connotación sexual alguna, ya que en Grecia no había poligamia.
Tenía su sede en la Córdoba califal y estaba formado por unas 5.000 personas.
Precisamente en Al Ándalus no era difícil entender la presencia de harenes femeninos y también masculinos. Destinados igualmente a la satisfacción del señor mandamás, los harenes masculinos tienen una versión distinta cuando es ella la que dispone de sus concubinos. En el blog Arqueología e Historia del Sexo cuentan que la reina bereber Kahina de Mauritania pudo tener a su disposición un harén de hasta 400 sementales.
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