Ciudad imperial, ciudad aliada de Hitler, ciudad comunista… Budapest está llena de anécdotas y curiosidades gracias a una historia llena de cambios y conspiraciones:
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Para situarnos, lo primero que hay que saber es que Budapest se divide en dos grandes zonas turísticas. Por un lado Buda, la zona más antigua y que se eleva en lo alto de una colina, y por otro lado Pest, la zona más nueva pero con más vida por la noche. Ambas ciudades están separadas entre sí por el río Danubio.
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Sissi fue una enamorada de Budapest y sus habitantes aún muestran un gran cariño hacía ella, así que no es de extrañar que plazas, calles y hoteles lleven su nombre. Un plan interesante es acudir al café “Ruszwurm”, un pequeño establecimiento que aún conserva la decoración imperial, data de 1827 y al que la emperatriz solía acudir.
La Gran Sinagoga de Budapest es la más grande de Europa y la segunda más grande del mundo, solo le supera la de Nueva York. Fue destruida durante la Segunda Guerra Mundial y se pudo reconstruir gracias a donativos, por ejemplo el actor Tony Curtis, que sus padres habían nacido en Budapest, creo una fundación para recaudar fondos.
Los aficionados al fútbol, sobre todo los del Real Madrid, estarán encantados de viajar a esta ciudad. Y es que aquí se puede visitar la tumba de Puskas en la Basílica de San Esteban.
Las mejores vistas al Parlamento las encontrarás en el Bastión de los Pescadores, un lugar perfecto para tomar un vino de la tierra disfrutando de la panorámica.
En todas las ciudades hay un monumento que si lo frotas da suerte y Budapest no iba a ser menos. Se trata de un policía de la época imperial muy barrigón y quien toque la barriga tendrá la suerte de no engordar. Los lugareños dicen que tocar el bigote también trae buena suerte. Su ubicación es muy cercana a la Basílica de San Esteban, en Október utca.
El puente de las Cadenas es el primero que unió Buda y Pest y, antes de su construcción, para llegar a la otra orilla se utilizaban barcazas o se cruzada el río helado en invierno (lo que parece bastante peligroso). El puente está custodiado por leones a los que siempre se les tacha de no tener lengua, incluso circula la leyenda urbana de que su autor sintió tanta vergüenza de ello cuando un niño lo gritó en la inauguración que se suicidó tirándose al Danubio. Pero también se dice que mirándolos con la perspectiva adecuada sí se ven las lenguas.
Al igual que en toda Europa, la obsesión de Hitler por exterminar a los judíos también llegó a Hungría. En Budapest el Danubio fue la tumba de miles de judíos que fueron fusilados a sus orillas y luego sus cuerpos tirados al río. Para recordar a las víctimas el visitante se puede acercar a la orilla de Pest, donde están unas esculturas de zapatos, símbolo de las personas a las que obligaban a quitarse los zapatos antes de matarlos porque para sus asesinos su calzado sí tenía valor, aunque su vida, no.
Para tomarse algo por la noche es imprescindible visitar los “bares de ruinas”. Antiguas casas que realmente están en sus momentos más bajos, pero que los emprendedores del lugar han dado una segunda vida. El más famoso es “Szimpla Kert”, un edificio entero abandonado con patio incluido, cuenta con diferentes barras: una para pedir vino, otra de cervezas, zumos, etc. Totalmente seguro tomarse algo en la zona y absolutamente imprescindible.
El Hospital militar de la Roca es una joya que ha permanecido intacta a través del tiempo. Su historia empieza en la Segunda Guerra Mundial, cuando se construye este hospital bajo tierra creando túneles para protegerse de los bombardeos. Cuando llegó la Guerra Fría, el miedo a un ataque nuclear anticomunista provocó la ampliación de esta singular infraestructura, con una zona antiatómica. Durante años permaneció cerrado y ahora se pueden recorrer todos sus recovecos con recreaciones de lo que fue en su día utilizaando material original. Incluye visita guiada, aunque solo en inglés.
Y si, antes de “turistear” por Budapest, alguien quiere ir preparando su viaje, nada mejor que zambullirse en la ciudad con lecturas ambientadas ahí. Estas son nuestras recomendaciones: “Tentación”, de János Székely; “Divorcio en Buda”, de Sándor Márai – de este autor también muy recomendable “El último encuentro”-, y “Pequeña pornografía húngara”, de Peter Esterházy.
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