Tal vez te asomes desde tu séptimo piso y recorra tu estómago ese gusanillo del vértigo producido por la altura, pero por una altura artificial. Hoy vamos a hablar de altura pero de otro tipo más rural y natural, la de vivir al borde del precipicio. La de los pueblos que desafían las leyes de la gravedad desde hace siglos y que se han asentado en peñas imposibles, desfiladeros que cortan la respiración o en precipicios inverosímiles. ¿Cómo es posible haber construido allí?
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El lugar de nacimiento de Blas Infante, considerado el ‘Padre de la Patria Andaluza’, está en el oeste de la provincia de Málaga, muy cerca ya de la de Cádiz. Sus peculiares y escarpadas callecitas, con sus típicas casitas blancas, hacen que Casares tenga la denominación de pueblo colgante. Tiene algo más de 5.000 habitantes.
Esta villa albaceteña, declarada Conjunto Histórico-Artístico, tiene en el turismo su principal fuente de ingresos junto a la agricultura. No es de extrañar. Su situación orográfica y el paso del Júcar lo hacen único. Una curiosidad… por este pueblo de 1.300 habitantes pasa una variante del Camino de Santiago. Sí, habéis leído bien.
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Uno de los pueblos más bonitos de España, que da nombre a toda una serranía. Si pensáis que Málaga solo es playa, os equivocáis. Tiene más de 30.000 habitantes sin ningún miedo a las alturas porque desde luego hay calles desde las que no es difícil sentir vértigo. La ciudad se asienta sobre una meseta cortada por un profundo tajo excavado por el río Guadalevín, al que asoman los edificios de su centro histórico. Eso le confiere a la ciudad una panorámica pintoresca que, unida a la variedad de monumentos que posee, a su entorno natural y a su cercanía a los grandes centros del turismo de masas del la Costa del Sol, ha convertido a Ronda en un centro turístico notable. La cornisa del tajo y el puente que lo salva son la imagen por antonomasia de la ciudad.
Situado al noroeste de la provincia, subido a un cerro delimitado por un lado por el sinuoso río Júcar, formando un cañón con cortados de 200 metros de altitud, y al otro lado la Cañada de Abengibre, uniéndose los dos en el ‘Puente Nuevo’, configuran un paisaje pintoresco que servía de defensa hace siglos. Así lo demuestra la historia y los restos del castillo y sus murallas.
Este municipio de casi mil habitantes es uno de los más pequeños de España en extensión (tan solo 1 kilómetro cuadrado) y en él podemos encontrar la única cantera activa de basalto de toda España. El pueblo está asentado en un riscal basáltico a más de 50 metros de altura y de casi un kilómetro de longitud. Este riscal basáltico es la consecuencia de la acción erosiva de los ríos Fluviá y Toronell sobre los restos volcánicos de hace miles de años.
Un imponente castillo mudéjar corona este municipio de casi 2.000 habitantes ymás de 1.100 metros de altura. Es la capital de la Sierra de Segura, en Jaén. Está declarado Conjunto Histórico-Artístico.
En lo más profundo de la provincia gaditana (a más de 100 kilómetros de la capital) se encuentra Olvera, de más de 8.000 habitantes, en el corazón de la serranía de Cádiz. Sus casitas escalonadas están coronadas por una gran iglesia desde la que se puede divisar toda la comarca, pero hazlo con respeto porque si tienes vértigo lo vas a pasar muy mal. Y coge aire para llegar allí porque sus cuestas son casi imposibles.
El interior de la provincia de Castellón es uno de los lugares más desconocidos de España pero con mayor encanto. Allí podemos encontrar el municipio de Morella, con casi 3.000 habitantes. El pueblo, de aire medieval coronado también por un castillo, no es bonito porque lo digamos nosotros: forma parte de una red llamada ‘Los pueblos más bonitos de España’, así que queda todo dicho.
Desde, 1982 el casco antiguo de Cehegín fue declarado Conjunto Histórico por el Ministerio de Cultura así que podemos hacernos una idea también del atractivo de este vertiginoso municipio murciano de unos 16.000 habitantes. Los ríos Quípar y Argos surcan su término municipal haciéndolo si cabe más escarpado.
Aunque su término municipal tiene salida al mar, su núcleo de población está a cinco kilómetros de la costa, asomado desde la vertiginosa Sierra de Tramontana. Dicen de él que tiene un ambiente bohemio que se deriva de atraer a artistas, músicos y escritores de todo el mundo para establecerse aquí. El ambiente es relajado y acogedor, inspirador y un poco excéntrico. El pueblo de Deiá está encauzado entre las impresionantes montañas de Tramontana que dan paso al mar Mediterráneo.
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