Existen muchas ciudades en el mundo, algunas sumamente excéntricas, y luego está la Gran Manzana, New York, la ciudad que nunca duerme. Un lugar donde, resumiendo, todo es posible. Trenes elevados que mutan en jardines cool, peluquerías para rockeros en la suite de un hotel o, el colmo, pastelerías que deciden reinventar el donut.
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La Gran Manzana es como la Tierra, nunca deja de girar. Eso sí, lo hace a toda pastilla. Si quieres saber más sobre Nueva York sigue leyendo o bien visita nuestra sección que ver en Nueva York.
Desde que abriera su primera fase en 2009, el High Line es una de las estrellas de Nueva York, sobre todo con buen tiempo. Una intervención urbanística casi modélica, que convirtió una antigua y oxidada línea de tren elevado en el West Side en una zona verde y muy cool.
El proyecto tiene miga –el trabajo conjunto de un estudio de arquitectura, Diller, Scofidio & Renfro, y otro de paisajismo, James Corner Field Operations– y mucho éxito: más de 5 millones de visitantes al año. En otoño pasado se inauguró la tercera sección, en el barrio de Chelsea. Lugar imprescindible para visitar en Nueva York.
A esta elegante mansión ubicada junto a Park Avenue, una de las zonas más exclusivas de la ciudad, se viene a ver arte. Las joyas pictóricas de esta colección privada (Goya, Velázquez, Rembrandt) se contemplan en un ambiente inusualmente silencioso: no se admite la entrada a menores de 10 años y hasta los 16 deben ir acompañados de un adulto. Un lujo.
El ‘skyline’ de Nueva York en primer plano y sin esperar colas (Empire State), arriesgarse a caer por la borda para hacer una foto (ferry a Staten Island) o renunciar a la soledad que pide el atardecer sobre Manhattan (Main Street Park). La remodelación de los antiguos muelles de Long Island, en Queens, al otro lado del East River, han proporcionado a residentes y turistas agradables paseos con inmejorables miradores como el Gantry Plaza State Park.
Entre los mil y un museos que se pueden visitar en Nueva York, hay uno perfecto para toda la familia: American Museum of Natural History, donde los más pequeños fliparán con los animales disecados y los esqueletos de dinosaurios y los adultos gozarán en la Sala de la Biodiversidad (en la foto). Solo plantarse en el hall principal del edificio Arsenal, junto a Central Park, merece la visita.
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Hay vida y diversión al aire libre más allá de Central Park o del parque Slope, en Brooklyn, mitificado por los lectores de Paul Auster (por allí reside el escritor). Nueva York está repleto de zonas verdes igualmente interesantes, como Corona Park, en Queens, posiblemente, el más completito: infinidad de instalaciones deportivas, carril bici, zoo, teatros, museos… Y si te gusta el tenis, disfruta del momento y el lugar: aquí se encuentra Flushing Meadows, la sede del US Open desde 1978.
No se trata de cualquier camposanto: Francis Ford Coppola decidió enterrar aquí a Vito Corleone, en una de las secuencias más famosas de El Padrino. Entre las más de tres millones de lápidas de Calvary también hay algún que otro gánster de verdad, amén de personalidades de la cultura, la política y el deporte neoyorquinos. Y además, hay un excelente panorama de Manhattan. ¿Por qué no…?
El más antiguo de la ciudad, de hecho: La Nacional (239 W 14th St), recuerdo de lo que fue el barrio español de Manhattan: Little Spain. Se extendió durante casi medio siglo en el ahora pujante Meatpacking District (West Side), cerca de los muelles del río Hudson, alrededor de restaurantes y comercios que importaban productos españoles y clubes sociales como la Spanish Benevolent Society, conocida como La Nacional, que aún sobrevive.
La leyenda del rock y el punk neoyorquino pasa por el mítico hotel Chesea. Sus peinados también, pues allí se encontraba, en la suite 303, la peluquería a la que acudían desde Bono a Elvis Costello. Por eso muchos pagaban el precio del corte: había altas posibilidades de compartir salón con alguna estrella del rock. En 2013 se mudaron al East Village, pero el nombre perdura: Suite 303 Salon.
Cruzarse con famosos en Nueva York es más fácil de lo que parece: por ejemplo, te los pueden encontrar comiendo tacos de 5 dólares en Tacombi Nolita. La fórmula es sencilla, pero triunfa: una nave luminosa y alegre, ambiente distendido, fast food mexicana de calidad y hasta un foodtruck dentro del local para quien se la quiera llevar.
Para terminar, otra historia cien por cien neoyorquina: la reinvención del donut, o del cruasán, según se mire. Es obra de la pastelería de Dominique Ansel, en el Soho, y fue bautizada como cronut: un bollo frito en aceite de uva y rebozado en azúcar, mitad donut, mitad cruasán. Se puso radicalmente de moda hace año y medio, llegando a formarse colas delante del escaparate desde las ¡seis de la mañana! Un secreto a voces.
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