Playas para un bronceado integral, dunas para el postureo, acantilados donde tirar fotos sin parar o franjas costeras donde contemplar rocas milenarias emergiendo del mar entre la bruma. Estas joyas costeras no dejan indiferente.
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La costa peninsular, caprichosamente accidentada, es rica en joyas naturales. Deltas para recorrer en barcas, precipicios de vértigo, islas diminutas pero sosegantes, pueblos aislados en calas casi ocultas y mares (sí, mares) donde contemplar atardeceres casi imposibles. Lo recorremos, desde Galicia hasta Cádiz en 10 paradas imprescindibles.
1. Corrubedo (A Coruña)
Cuatro kilómetros de complejo dunar frente al Atlántico para tumbarse al sol en playas solitarias, pasear de una ría, Muros y Noia, a otra, Arosa (o viceversa), o dedicarse, sencillamente, al postureo más placentero. Este parque natural, una verdadera joya de nuestra costa peninsular, invita a ello.
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2. As Catedrais (Lugo)
Monumento Natural y Reserva de la Biosfera, la playa de las Catedrales es una de joyas costeras más espectaculares de la costa peninsular, y también una de las más solicitadas. Por eso, desde este mes de julio, se va a regular el acceso a este impresionante arenal durante la temporada alta turística, verano y Semana Santa, y es preciso reservar un turno de visita gratuito (a través de esta web gestionada por la Xunta de Galicia) para poder pasear bajo sus arcos de roca natural.
3. Zumaia (Gipuzkoa)
El flysch de Zumaia es uno de las joyas que ver en el litoral guipuzcoano. Bandas de roca dura y sedimentaria con más de 60 millones de años de historia que emergen con la marea baja y remiten a momentos tan míticos como la extinción de los dinosaurios o a los procesos de cambio climático que explican la formación de nuestro planeta.
4. Sa Tuna (Girona)
En las inmediaciones de Begur, uno de los famosos caminos de ronda de Costa Brava conectan, en un paseo fabuloso frente al Mediterráneo, las platas de Aiguafreda y Sa Tuna (en la foto), una de las más resguardadas y pintorescas del litoral gerundense. No marcharse sin asomarse a la aledaña Cova de Sant Pau.
5. Deltebre (Tarragona)
El delta del Ebro es, sin duda, uno de los parajes más insólitos de la costa peninsular, y la localidad de Deltebre su capital. Existen diferentes rutas para recorrerlo y tentadoras propuestas para disfrutarlo, como la Jornada del Molusco, que se celebra el 12 de julio.
6. Tabarca (Alicante)
Antiguo escondite de piratas berberiscos hasta que se habilitó como refugio para pescadores genoveses en el siglo XVIII, a la isla de Tabarca solo se puede llegar en barco privado o en ferry de línea, desde Alicante o Santa Pola. Después, entre chapuzón y chapuzón, se puede visitar el Museo Nueva Tabarca (965 960 175), instalado en una rehabilitada almadraba en la que se realiza ahora un recorrido por el devenir histórico de la ínsula, a través de las poblaciones costeras que se establecieron en ella a lo largo de los siglos.
7. Mar Menor (Murcia)
Un detalle panorámico distingue a este hermosa laguna salada del litoral murciano: el Mar Menor es el único punto de la costa mediterránea donde contemplar cómo el sol se oculta en el mar. Ocasos sublimes garantizados, una de las mejores joyas de nuestras costas.
8. Playa del Barronal (Almería)
Este escueto arenal enclavado entre dos de las playas más concurridas del Cabo de Gata, Genoveses y Monsul, es el lugar perfecto para tostarse al sol sin miramientos, ni bañador. Un reducto nudista en uno de los tramos de costa más encantadores de la Península. Para llegar a la playa del Barronal hay que caminar casi un kilómetro desde la carretera que, desde el pueblo de San José, lleva hasta la ola petrificada de Monsul. La recompensa merece la pena.
9. Cantarriján (Granada)
Para lo más pudorosos, oculta en el extremo occidental de la granadina Costa Tropical, la playa de Cantarriján garantiza el respeto a su condición naturista, salvo que mirones indeseados quieran costearse el servicio de microbús mediante el que, los más comodones, llegan hasta la arena. La otra es recorrer a pie el acantilado bajo el que se ubica esta cala de aguas turquesas, tranquilidad y, por supuesto, un par de chiringuitos. Los bañistas vestidos, pero igualmente respetuosos, también son bienvenidos.
10. Bolonia (Cádiz)
La duna y el verde definen el atractivo paisajístico de la gaditana playa de Bolonia, donde pasear a caballo sobre la marea o retozar en las hamacas de algunos de sus chiringuitos cool son placeres añadidos al meramente visual. Un reducto en la costa peninsular ajeno a construcciones, ideal para retomar ese postureo molón con el que iniciamos esta ruta.
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