De un tiempo a esta parte el parque hotelero madrileño tiene otro aire. Desde que el concepto de hotelería con encanto empezó a calar por toda la geografía, la versión urbana de este modelo de hospitalidad cuajó en la capital con nombres que ahora ya son clásicos. Son hoteles nada sobredimensionados, hoteles a escala humana y de lujo contenido, no disparado o incluso disparatado. Algunos son hoteles boutique, otros son más funcionales, otros más refinados y cultos, pero a todos les une su encanto. Y eso que a esta lista no hemos añadido hoteles tan recomendables como el URSO, The Principal o el sacrosanto hotel Urban, que encanto no les faltan pero digamos que aspiran a una categoría más elevada de nuevo lujo hospedero.
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Clasicismo a raudales para una estancia de aires aburguesados. Este palacete del siglo XIX ubicado en un Madrid bien demuestra discreción y eso en sí mismo ya es elegante. Porque dentro el huésped vive rincones de lujo y encanto palaciego pero lo hace a la chita callando. Estaría en esta lista aunque sólo fuera por su jardín romántico, un hito sorprendente en mitad de la ciudad de asfalto.
Seguimos con el lujo, desde luego, pero alejado de la ostentación gratuita más allá de la visita a un edificio protegido del siglo XVIII en el Madrid de los Austrias. Una residencia con vistas al Teatro Real y el Palacio de Oriente pide unos interiores refinados y evocadores como los conjuntados por Marta Medina en este microhotel culto de ocho habitaciones. Antigüedades y recuerdos por doquier visten la casa con algo más que encanto en una atmósfera que nos hace viajar de la India a la Roma clásica sin salir del Madrid más auténtico.
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Un paso para descifrar las posibilidades de la nueva hotelería emocional sin que la cuenta se dispare. La mutación de Malasaña anticipó este hotelito deslumbrante para parejas con ganas de una estancia diferente. Abalú es romántico, es tecnológico, es moderno y es temático. Para vivir sin asomarse a la calle, más allá de los desayunos en la cafetería. Que todo quede entre las cuatro paredes.
Fuera del circuito habitual de los hoteles más céntricos, este palacete de la zona de Arturo Soria garantiza un tipo de exclusividad también atípico. Interiores elegantones a base de estampados florales, suelos de parquet y baños de mármol, pero el quid está en la intimidad de sus jardines con flores, un entorno romántico incluso para reuniones de empresa. Esto también es Madrid.
Pertenece a esos hoteles de lujo que no sacan músculo con grandes cifras ni servicios desorbitados. Esquina Goya con Velázquez, este señor edificio con fachada neoclásica conjuga su pasado dieciochesco con el trabajo estiloso del interiorista español más hotelero: Pascua Ortega.
Un poco como hace también la Posada del León de Oro, esta antigua alhóndiga de principios del siglo XVI reconvertida en casa de huéspedes a mediados del XIX vive hoy una nueva existencia como hotelito boutique, en este caso en pleno barrio de La Latina. El encanto reside en su estrecho formato de corrala, con las estancias distribuidas en los pasillos del patio, y en la puesta en escena de las mismas, divertidas y actuales aunque con recuerdos al pasado barroco y hasta palaciego.
De nuevo otro jardín con encanto en la ciudad, que además es hotel, claro. En la Milla de Oro, este establecimiento de la cadena VP Hoteles está recién renovado, con lo que los interiores lucen rutilantes y cosmopolitas, desde el lobby fotogénico a las habitaciones, resueltas con buenas dosis de confort. Pero salimos al encuentro del encanto a un jardín con fuente cantarina, palmeras, magnolias y madroños.
8. Iberostar Las Letras Gran Vía
Muchos hoteles abren y cierran en la Gran Vía pero parece que Las Letras mantiene el tipo independientemente de quien lo gestione. El caso es que tras su fachada histórica sigue cautivando las posibilidades de un hotel urbano que invita a ser compartido más allá de si uno es huésped o un simple curioso viandante. Los acogedores espacios comunes, la azotea, la propuesta culinaria y unas habitaciones sencillas pero encantadoras son los atributos de un hotel ganador.
Si quisiéramos encajar en la hotelería con encanto a un único ejemplar madrileño de la cadena Room Mate sería el de la Plaza de las Descalzas Reales. Decorado por Tomás Alía con desparpajo y estética ultramoderna, el hotel se apoya en el diseño y en el recuerdo velazqueño del busto de Juana de Austria para conducir la filosofía propia de la cadena de hoteles amigables.
Junto con el hotel Ópera forma tándem de establecimientos coquetos y cultivados en el aroma de este barrio ilustrado y de artisteo. En este caso, aplica un criterio urbano y contemporáneo de líneas clásicas, sin empalagos ni fruslerías. Buen gusto por encima de todo.
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